Elizabeth
Jiménez García, Robert H. Cobean
Las
procesiones en la zona ceremonial conocida como Tula Grande, con personajes que
salen de la sala 2 del Palacio Quemado y del Edificio 4, y otros que llegan al
recinto para encontrarse en los vestíbulos, indican que la clase guerrera de
Tula debió participar en ritos, cantos y ceremonias que daban cohesión a la
sociedad tolteca.
En este
trabajo presentamos un conjunto de individuos cuya disposición indica que se
trata de procesiones de personajes en la zona arqueológica de Tula, Hidalgo
(fig. 1). La mayor parte de las representaciones escultóricas de Tula tienen
una connotación bélica y sagrada, con énfasis en personajes con armas y
atributos propios de la elite militar. Entre ellos destaca una serie de
esculturas en bajorrelieve localizadas en pequeñas plataformas conocidas como
banquetas, las cuales retratan numerosos personajes que se dirigen o se
orientan hacia un punto y fueron colocados en lugares estratégicos dentro de lo
que fuera el recinto ceremonial conocido ahora como Tula Grande (fig. 2).
Las
banquetas son construcciones bajas y alargadas que estaban adosadas a los
muros, con una altura promedio de 50 a 60 cm. Estas construcciones fueron
recubiertas con lápidas dispuestas tanto vertical como horizontalmente, creando
una especie de talud-tablero en pequeño; en el muro vertical o talud se
esculpieron individuos de pie, y en el tablero que descansa sobre el anterior,
serpientes con el cuerpo ondulante. Las dimensiones y formas nos permiten
plantear que fueron utilizadas con distintos propósitos, incluyendo la de
asientos y altares. Por sus características tanto arquitectónicas como
iconográficas, casi todas parecen haber sido realizadas en una misma etapa
constructiva, durante el apogeo de Tula (aproximadamente 900-1050 d.C.).
Jorge R.
Acosta descubrió entre 1940 y 1960 varias banquetas que todavía se encuentran in situ y se ubican en tres lugares: en
el cuarto 2 y sala 2 del Palacio Quemado, en el vestíbulo 1 que se localiza
entre las pirámides B y C, y en el altar del Edificio 4 (fig. 3).
Las representaciones
en las banquetas comparten muchas características: son figuras masculinas
ricamente ataviadas con penachos, capas y ropas particulares; lucen insignias
de prestigio, como orejeras, pectorales y collares, y además, portan armas o
báculos en ambas manos. Muchos llevan un escudo ricamente emplumado en una
mano, y en la otra sostienen ya sea un arma curva, un lanzadardos, una lanza o
un báculo emplumado. Es posible que sean retratos de individuos con toda la
parafernalia de la elite tolteca, aunque en ninguno se especificó su nombre.
Hay varios conjuntos de personajes que se muestran con el cuerpo de frente o de
tres cuartos, el rostro de perfil, y se dirigen hacia un punto guiados o
acompañados por serpientes colocadas por encima de sus cabezas.
Personajes
con serpientes emplumadas y serpientes con caracoles
En este
tipo de representaciones se muestran dos líneas o procesiones que convergían
hacia un punto o un individuo muy importante, con una línea de serpientes por
encima de sus cuerpos (fig. 3d). Al cotejar el contexto arquitectónico con la
iconografía, encontramos un patrón interesante: las procesiones situadas en el
rumbo este (fig. 3c) están compuestas por guerreros que portan un escudo
emplumado y se distinguen, sobre todo, por empuñar un arma curva y dos prendas
u objetos propios de Tláloc: pechero redondo con flecos y orejeras redondas con
remate tubular. En particular, el guerrero que encabeza la procesión este de la
sala 2 del Palacio Quemado muestra grandes anteojeras de Tláloc, lo que no deja
dudas sobre la filiación religiosa de estas procesiones.
Por el
contrario, en las procesiones situadas en el lado oeste (fig. 3a), los
guerreros también cargan un escudo emplumado pero en lugar de un arma ofensiva
casi todos llevan un báculo o bastón profusamente emplumado, ya sea frente a su
cuerpo o sobre el hombro. Con esta información, proponemos que las procesiones
situadas en el lado este son guerreros vinculados con Tláloc y están prestos a
la guerra: llevan un arma curva seguramente para golpear y hacer prisioneros de
guerra que después sacrificarían en honor de su deidad rectora, Tláloc. En
cambio, los individuos colocados en el lado oeste podrían ser guerreros
relacionados con otra deidad, o bien, guerreros veteranos.
De este
tipo de procesiones destacan dos personajes, que serían guerreros de más
alta jerarquía, pues tienen tras ellos una serpiente emplumada de cuerpo
ondulado en sentido ascendente. El que se encuentra en el cuarto 4 que da a la
sala 2 del Palacio Quemado, estaría junto con otros pocos guerreros en un área
exclusiva para los capitanes principales de Tula (fig. 3b). El guerrero de la
banqueta en el Edificio 4 (fig. 3d), hacia cuya figura confluyen dos líneas o
procesiones de guerreros, representaría a un capitán o tal vez a un general
tolteca, pues dos de los individuos cercanos a él tienen vírgulas de la
palabra, como dándole información privilegiada relacionada seguramente con
asuntos militares y sagrados.
Personajes
con caracoles cortados
Podemos
observar personajes en procesión distintos a los anteriores en una lápida
encontrada por Jorge R. Acosta en el Palacio de Quetzalcóatl (fig. 4), que
tiene las mismas dimensiones que las lápidas de las banquetas conocidas. Acosta
detectó que fue reutilizada para cubrir la parte superior de un desagüe de la
sexta superposición del edificio que hacía contacto con la Pirámide B, por lo
que es posible que esta lápida haya formado parte de algún friso o banqueta más
antigua.
Sobre la
cabeza de estos personajes, a diferencia de los conjuntos anteriores de
procesiones, se colocaron caracoles cortados rodeados por volutas. Este mismo
motivo se encuentra en el cuerpo de otros personajes en Tula, particularmente
como faldilla, y es muy probable que se relacione con Ehécatl-Quetzalcóatl,
nombre con que este dios fue conocido posteriormente, en el Posclásico Tardío,
entre los nahuas del Altiplano.
El
hallazgo de numerosas cornisas con figuras de caracol cortado en Tula Chico (el
primer recinto sagrado en Tula: aproximadamente 650-800 d.C.), nos hace
considerar que esta imagen fue muy frecuente durante las etapas tempranas de
construcción de Tula. La semejanza con los bloques con representaciones de la
serpiente emplumada en las banquetas de Tula Grande, permite plantear que los
de Tula Chico tal vez se colocaron sobre personajes, aunque no sabemos si éstos
iban en procesión. De ser así, tendríamos, por un lado, banquetas con guerreros
en procesión coronados por serpientes emplumadas que alternan con serpientes
emplumadas cubiertas además con pequeños caracoles cortados y, por el otro,
banquetas o frisos con guerreros coronados sólo por caracoles cortados.
Personajes
con dos serpientes
Un
tercer tipo de procesiones podría encontrarse en bloques tallados cuya forma
sugiere que también formaron parte de banquetas. Son unos prismas rectangulares
rebajados parcialmente, de tal forma que la mitad de la pieza quedó como bloque
y la otra mitad como lápida. En la parte más gruesa se tallaron serpientes en
altorrelieve y en la parte que quedó como lápida se representaron pequeños
guerreros que llevan los brazos en diferentes posturas.
De este
grupo de materiales, que no fueron encontrados en su posición original,
queremos mostrar en particular una pieza (fig. 5), en la que se observan dos
personajes armados con un par de dardos en la mano izquierda y el brazo
cubierto con una banda acolchada; en la mano derecha sujetan lanzadardos. Lo
interesante de estas imágenes es que cada guerrero va parado sobre el lomo de
una serpiente cuyo cuerpo en forma de letra U semeja una canoa y no tiene
plumas, sólo una sobre los ojos. Encima de los personajes hay una gran
serpiente en altorrelieve cuyo grosor equivale a la altura de los guerreros; se
trata de una gran serpiente de la que sólo se aprecia el vientre y las plumas
en el dorso. De acuerdo con los elementos iconográficos de estas escenas, los
bloques podrían corresponder a la etapa de apogeo de Tula, o muy próxima a
ella.
Reflexiones
y conclusiones
Las
representaciones de grupos de individuos en procesión situados en ciertos
espacios arquitectónicos nos puede dar una muestra de la función tanto de esos
espacios como de las representaciones mismas.
Las
banquetas de Tula se ubican en varios de los edificios más importantes del
centro de la ciudad, un espacio sagrado que seguramente albergaba o recibía a
los nobles, señores, sacerdotes y guerreros más destacados de la sociedad
tolteca. La amplitud de las banquetas indica que pudieron ser empleadas para
colocar objetos y ofrendas como las fastuosas vestimentas que utilizarían los
personajes que podían acceder a esos espacios restringidos y sagrados. Otra
posibilidad sería que en ellas se colocaran los tributos o botines de guerra
llevados a Tula, donde el rey honraba a sus guerreros al entregarles personalmente
parte de esos objetos, para luego presentarse al resto de la población.
Los
grupos de personajes de Tula representan el ceremonial o los rituales que la
elite llevaba a cabo en el corazón de la ciudad. Dado que la iconografía se
asocia siempre con la guerra, es posible que se hayan plasmado procesiones con
personajes que hayan participado en acontecimientos como conquistas militares.
Algunos de esos personajes tal vez se ataviaban dentro del mismo recinto
sagrado. Este tipo de acontecimientos eran el mejor pretexto para honrar a sus
héroes y a la clase guerrera de Tula, quienes harían gala de sus armas,
insignias y ricos vestuarios en joyas y plumas ante el público reunido en la
plaza principal. Las salas que conforman el Palacio Quemado donde se encontraron
banquetas, como la sala 2, probablemente funcionaron como salas de consejo
(como los consejos de ancianos), lugares de reunión o incluso fueron centros de
administración y culto, pero no como habitaciones de los gobernantes de Tula y
sus familias. Sin duda, funcionarios principales y otros dirigentes de Tula
ocuparon estas banquetas durante sus reuniones de gobierno.
En Tula
observamos que dos líneas de procesiones coincidían en un punto de salida o en
un punto de encuentro, cada una de ellas guiadas por guerreros (fig. 6). Las
procesiones situadas en el lado este se vinculaban con Tláloc y las del lado
oeste posiblemente con una deidad relacionada con Quetzalcóatl. Los guerreros
con atributos del dios Tláloc llevan anteojeras, orejeras redondas con remate
tubular y pechero de flecos, o bien, anteojeras y faldillas de tablones o tiras
de papel. A estos personajes los denominamos “guerreros-Tláloc” (fig. 7).
Los
guerreros que se caracterizan por llevar un báculo o bastón emplumado, ya sea
frente a ellos o en el hombro, se ubican en el lado oeste, tanto en la sala 2
del Palacio Quemado como en el Friso de los Caciques del vestíbulo 1 (fig. 8).
Para Hugo Moedano, estos últimos representaban a caciques, guerreros o líderes
de pueblos sujetos y aliados de Tula, mientras que para Cynthia Kristan-Graham
se trata de mercaderes que participaban en rituales relacionados con el
comercio. Por nuestra parte, consideramos que son guerreros vinculados a
Quetzalcóatl, asociados tal vez a mercaderes, como lo propuso Kristan-Graham,
quien señala la posible existencia de programas decorativos o iconográficos que
serían paralelos con el desarrollo de Tula como un importante centro de
comercio a larga distancia durante el Posclásico Temprano. Es posible incluso
que los mercaderes de Tula fueran el prototipo de los pochtecas mexicas de épocas posteriores.
Estos personajes, junto con los que se encontraron alguna vez decorando el
resto del vestíbulo 1, tuvieron una estrecha relación espacial y arquitectónica
con la Pirámide B, el principal templo-pirámide en función durante la última
etapa de esplendor de Tula.
De todos
los individuos plasmados en las banquetas, sólo dos guerreros tienen tras de sí
una serpiente emplumada con el cuerpo ondulado y ascendente, en una clara
intención por indicar su importancia religiosa, probablemente para denotar una
jerarquía guerrera asociada con Quetzalcóatl. Estos capitanes, guerreros de
máxima jerarquía o “Guerreros-Quetzalcóatl”, se plasmaron en espacios
reservados y algo apartados (fig. 9).
Las
distintas armas e insignias de los personajes en Tula evidencian la presencia
de varias jerarquías guerreras o sacerdotales y sus deidades regentes. Los
guerreros tenían dos tipos de serpientes como guías y protectoras: unas eran
emplumadas y otras emplumadas con caracoles. Serpientes similares a estas
últimas las encontramos en las columnas serpentinas de Tula y en Xochicalco;
las serpientes emplumadas corresponden a Quetzalcóatl, y las serpientes con
caracoles no sólo se referían a Quetzalcóatl, sino también a la deidad que los
nahuas llamarían después Ehécatl, dios del viento. La lápida donde los
guerreros llevan únicamente caracoles cortados sobre la cabeza en lugar de
serpientes, refuerza el planteamiento de que hubo guerreros vinculados con el
dios del viento.
Como
vemos, es probable que hayan existido procesiones guerreras con distintas
advocaciones, relacionadas ya sea con Quetzalcóatl o con Ehécatl-Quetzalcóatl.
En cambio, los individuos que eran transportados por serpientes simulando
canoas y enmarcados por grandes serpientes emplumadas, nos hace sugerir que
había otros grupos de procesiones, en este caso por aquellos que denominamos
“guerreros-serpiente míticos” (fig. 5).
Las
procesiones de personajes que salían de la sala 2 del Palacio Quemado y del
Edificio 4, y otros que entraban al recinto Tula Grande para encontrarse en los
vestíbulos, revelan que la clase guerrera de Tula debió participar en ritos,
cantos y ceremonias que daban cohesión a la sociedad tolteca. Jóvenes y viejos
guerreros, bajo la tutela protectora de la serpiente emplumada, eran dirigidos
por guerreros insignes, como los guerreros-Tláloc y guerreros-Quetzalcóatl,
entre otros líderes. La elite estaría, pues, exhibiendo sus armas e insignias
guerreras-sagradas ante la población concentrada en la plaza principal del
recinto, el corazón de la ciudad de Tula, ya sea llegando de tierras lejanas o
preparándose para salir a la conquista de pueblos, tributos y prestigio.
Para
leer más…
Acosta,
Jorge R., “La cuarta y quinta temporadas de exploraciones arqueológicas en
Tula, Hgo.”,Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, 7, México, 1945, pp. 23-64.
Cobean,
Robert H., Elizabeth Jiménez y Alba Guadalupe Mastache, Tula, Fideicomiso Historia de
las Américas, Serie Ciudades, El Colegio de México/fce, México, 2012.
Jiménez,
Elizabeth, Iconografía de
Tula, el caso de la escultura, Colección Científica, núm. 364, inah,
México, 1998.
_____,
Catálogo escultórico-iconográfico de Tula, Hidalgo: sus imágenes en piedra,http://www.famsi.org/reports/07027es/index.html, 2008.
Kristan-Graham, Cynthia, “The business of narrative in
Tula: an analysis of the Vestibule frieze: Trade and Ritual”, Latin American Antiquity,
4:1, 1993, pp. 3-21.
López
Luján, Leonardo, La Casa de
las Águilas: Un ejemplo de la arquitectura religiosa en Tenochtitlan, 2
vols., fce, México, 2006.
Mastache, Alba Guadalupe, Robert H. Cobean y Dan M.
Healan, Ancient Tollan: Tula
and the Toltec Heartland, University Press of Colorado, 2002.
Moedano,
Hugo, “El friso de los caciques”, Anales
del inah, 1, México, 1947, pp. 113-136.
Elizabeth
Jiménez García. Arqueóloga en el Centro inah Guerrero. Maestra en estudios
mesoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras, unam. Sus investigaciones
se han centrado en iconografía de Tula y fuentes documentales históricas con
códices y arqueología de la región de Tlapa. Su más reciente publicación ha
sido un libro de Tula en coautoría con Robert Cobean y Alba Guadalupe
Mastache.
Robert
H. Cobean. Doctor en antropología por la Universidad de Harvard. Investigador
en la Dirección de Estudios Arqueológicos, inah. Ha colaborado en proyectos
arqueológicos en el área de Tula, Hidalgo, durante más de 25 años.
Tomado de Jiménez García, Elizabeth y Robert H.
Cobean, “Procesiones esculpidas en la antigua Tollan”, Arqueología Mexicana núm. 131, pp. 60 – 65.
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