El nombre de Chapultepec, que en náhuatl
significa “lugar del cerro de los chapulines”, nos remonta a su origen volcánico, ocurrido hace 21 millones de años, en el Terciario
Superior. El cerro está conformado por dos mesetas de andesita que forman la
silueta de un chapulín, la cual sobresale entre los lagos de la Cuenca de
México.
Época prehispánica.- Los grupos sedentarios de la
Cuenca de México aprovecharon sus características orográficas, propicias para
registrar y medir el tiempo, así como para observar los fenómenos naturales,
aspectos que influían en su vida cotidiana, en el calendario sagrado y en su
vida religiosa. Esas características convirtieron a Chapultepec en un punto
estratégico de campañas militares.
Las características naturales del lugar hicieron
que fuera utilizado como refugio; además, la abundancia de agua y alimentos
permitieron que fuera ocupado desde el Preclásico, como lo demuestran los
fragmentos de cerámica encontrados en la superficie de la falda sur poniente
del cerro.
En el Alcázar, la Sala de Carruajes, los patios,
etc., se localizaron figurillas de barro, cajetes, vasos, ollas, navajillas,
puntas de obsidiana y sílex, hachas, desfibradores, semillas de frijol; todos
esos elementos estaban asociados a los entierros de cuatro individuos: dos
adultos y dos infantes. Asimismo, se encontraron restos de núcleos de
estructuras, pisos y muros de tipo habitacional y ceremonial hechos con
andesita, arcilla y adobe, con recubrimiento de estuco (cal y conglomerado de
tepetate) y con pintura roja, azul y café.
Éstas son evidencias de la ocupación del cerro por
parte de grupos de la cultura teotihuacana, principalmente del Clásico (450-500
d. C.). En años posteriores (600-800 d. C.), las evidencias indican que hubo un
asentamiento tolteca, por la presencia de cerámica del Epiclásico de las fases
Coyotlatelco y Tollan (800-1050 d. C.), la cual estaba diseminada por todo el
cerro.
Tomado de María de la Luz Cabrera, “El Castillo de
Chapultepec. Arqueología e Historia”, Arqueología Mexicana, núm. 46, pp. 26-33.
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