Según la antigua cosmogonía maya, la
ingestión de hongos permite al chamán el acceso al mundo de Chac para controlar
la lluvia desde allá. Al parecer, la religión maya fue compleja y estratificada
y tuvo distintos sacerdotes con diferentes tareas a su cargo. Los encargados de
las interacciones chamánicas fueron los ah
men o chilam. El sacerdote
usaba el éxtasis y las practicas adivinatorias como forma predilecta para
comunicarse con las fuerzas vitales de la naturaleza y para convertirse en la
personificación del maíz o de la lluvia. El nenúfar o flor de loto blanco, que
se usó como alucinógeno y llegó a ser símbolo de linaje, aparece frecuentemente
en los tocados de los gobernantes mayas. Este nenúfar también fue considerado
como un eslabón en una cadena de fertilidad: los peces de los estanques y los
ríos se alimentaban de esta planta y esa agua fertilizaba el suelo. Lo que a su
vez permitía el crecimiento del maíz. El loto blanco también fue un símbolo de
la muerte y en las representaciones escultóricas se le ve emergiendo de las
parte del cuerpo asociada a los sentidos, tal vez para enfatizar los efectos
psicotrópicos de la planta. En el Códice
de Dresde el dios Chac
arranca esa flor blanca del agua.
Tomado de Manuel Aguilar,
“Etnomedicina en Mesoamérica”, Arqueología
Mexicana núm. 59, pp. 26-31.
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