Mario Humberto Ruz
Si bien la resistencia
cotidiana fue la más común en el mundo maya a lo largo del periodo colonial,
cuando la explotación a manos de los españoles y sus descendientes alcanzaba
niveles francamente intolerables, o los dominadores emprendían acciones que
atentaban contra los pilares del sustrato cultural maya, éstos no dudaban en
recurrir a las armas. De ello dan cuenta más de un centenar de pueblos
involucrados en levantamientos registrados durante los tres siglos de
dominación hispana, en especial en Chiapas, Yucatán y Guatemala.
Noviembre de 1546:
Valladolid, la primicia
Apenas apareció la luna llena,
comenzó el ataque. Comandados por los cupules de la antigua Sací, rebautizada como
Valladolid, los mayas de las provincias de Sotuta, Ah Kin Chel, Cochuah y
Calotmul se alzaron en noviembre de 1546 contra los españoles y sus familias,
ultimándolos. De paso, mataron a centenas de indios “traidores” que habían
aceptado servirles, así como a los perros y gatos que profanaban con huellas
nuevas las tierras del Mayab, y finalmente arrancaron de cuajo los “árboles de
Castilla”, en un denodado esfuerzo por erradicar de una vez y para siempre toda
traza de los detestados invasores.
Aunque el levantamiento destacó por
la violencia de ambos bandos (la represión fue brutal), no fue el único que
estremeció al mundo maya colonial. Entre rebeliones, motines, tumultos,
conjuras y alzamientos, los brotes de resistencia armada lo suficientemente
importantes como para haber dejado huella en los archivos superan el centenar
de pueblos involucrados.
La gran mayoría surgió como
respuesta al incremento en la explotación económica y laboral por parte de los
hispanos o los criollos; explotación que en ciertos periodos y bajo
determinados funcionarios civiles y hasta eclesiásticos alcanzó niveles
intolerables, en especial cuando aumentaban los tributos o se exigían
contribuciones extraordinarias (“derramas”) para sufragar tal o cual necesidad
económica de la corona o de las instancias de gobierno locales. Pero ciertos
movimientos comenzaron por otras causas. Así, pueblos hubo que se rebelaran
porque su cura pretendía cortar la ceiba que señoreaba las plazas centrales
(símbolo de particular importancia, pues representaba el axis mundi del cosmos maya), o porque se les
prohibía ejecutar ciertas danzas (cuyo profundo contenido ritual no escapaba a
los españoles).
Con independencia del motivo que los
animase, por lo común se trató de movimientos circunscritos en extensión y
temporalidad, y cuya falta de estructuración facilitó su rápido sojuzgamiento.
De hecho, la resistencia fundamental se daba en otros frentes de la vida
cotidiana, y comprendía un inmenso abanico de estrategias, que podían cambiar
dependiendo del momento y el adversario.
Ruz, Mario Humberto, “Las lágrimas
de los indios, la justicia de Dios. La resistencia armada maya”,Arqueología
Mexicana núm. 111, pp.
48-53.
• Mario
Humberto Ruz. Investigador del Centro de Estudios Mayas de la UNAM (actualmente
comisionado al Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la misma
Universidad, sito en Mérida). Ha realizado investigaciones históricas y
etnológicas sobre los mayas de la época colonial y contemporánea, publicadas en
diversos libros, capítulos de libro y artículos.
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