Ann Cyphers, Artemio López Cisneros
La escultura conocida como
el Luchador, supuestamente procedente de Antonio Plaza, Veracruz, es sin duda
una obra maestra hecha en basalto. Ha habido una polémica en torno a su
pertenencia a la cultura olmeca, a su autenticidad, cuestión que no se ha
podido resolver. La evaluación adecuada de esta escultura, estimada por su
belleza, tiene importantes repercusiones para el estudio de los olmecas, desde
las perspectivas arqueológica y de la historia del arte.
Por definición, las falsificaciones
se realizan para que aparenten una gran antigüedad o un origen específico, con
la intención de defraudar. Los arqueólogos y los historiadores del arte no
siempre toman en cuenta un objeto poco común que carece de procedencia segura,
por la posibilidad de que no sea auténtico, lo cual daría lugar a
interpretaciones erróneas. Al igual que otros objetos de arte, las esculturas
prehispánicas pueden ser analizadas con distintos métodos, los cuales incluyen
la evaluación estética, las técnicas científicas y la valoración de su historia
reciente. Desafortunadamente, en favor o en contra de la autenticidad de un
objeto se pueden emitir juicios subjetivos y deficientes.
El Luchador: ¿una
falsificación?
Nancy Kelker se preguntó si el
Luchador era una falsificación y se contestó que era una falsificación
relativamente reciente, con base en su postura dinámica, sus proporciones, el
detalle anatómico de la musculatura y el tipo de piedra con que está fabricado.
Kelker consideró que sus características no son representativas de la escultura
olmeca y propuso que un escultor moderno lo creó en un momento en que el pasado
prehispánico era visto con “romanticismo”. Argumentó que ese supuesto escultor
usó como modelo los objetos portátiles antropomorfos hechos de piedra verde,
los cuales pueden mostrar personajes con perforaciones en las orejas, la cabeza
calva y la barba, como en el Luchador.
Kelker también tuvo duda sobre la
historia reciente de la escultura, la cual se aborda en un artículo publicado
por Gustavo Corona, su penúltimo dueño. Corona cita textualmente un escrito de
1945 de Carlos Godard Buen Abad. Corona no aclara la relación de Godard con la
escultura ni con él mismo, y Kelker no hace ningún esfuerzo por aclarar este
punto.
La evaluación estética de Kelker fue
fuertemente refutada por Michael Coe y Mary Miller en 2005, quienes exponen
detalladamente los elementos que sostienen su pertenencia a la cultura olmeca y
aceptan sin reparos los detalles de su historia reciente, tal como fueron
reportados por Corona. Acertadamente, señalan que las piezas injustamente
juzgadas como falsificaciones pueden tardar mucho tiempo en recuperar su lugar
en los estudios.
Es verdaderamente sorprendente en
este ríspido intercambio la falta de atención a los detalles del descubrimiento
del Luchador y sus sucesivos dueños, lo cual es sumamente relevante para
valorar su legitimidad. Parece lógico que un paso indispensable es la
verificación de su historia reciente.
Historia reciente
En lugar de sumar a esta
controversia más opiniones sobre el estilo de la pieza, para trazar su historia
llevamos a cabo una búsqueda de las personas involucradas en su descubrimiento
y custodia, con base en el breve relato publicado en 1962 por Gustavo Corona.
Así, intentamos averiguar quiénes habían sido los dueños anteriores de la
pieza, desde su descubrimiento en 1933 hasta su inclusión en las colecciones
del Museo Nacional de Antropología, en 1964.
Gustavo Corona escribió en su texto
lo siguiente: “Para relatar cuándo fue encontrada y cómo llegó a mi poder la
famosa escultura Olmeca... habré de ir derecho al grano y hacer punto omiso de
hechos accesorios...”. La investigación que presentamos tiene la finalidad de
aclarar los “hechos accesorios” que, a nuestro juicio, ayudan a arrojar luz
sobre la autenticidad de la escultura.
Cyphers, Ann, “El Luchador. Historia
antigua reciente”, Arqueología
Mexicana, núm. 88, pp. 66-70.
• Ann Cyphers. Doctora por la UNAM.
Investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), UNAM.
Miembro del Comité Científico-Editorial de esta revista.
• Artemio López Cisneros. Director de la
Casa de Cultura de Minatitlán, Veracruz
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