Susan Toby Evans
Los grandes monumentos y la
disposición en cuadrícula de Teotihuacan fueron un entorno propicio para las
procesiones que rendían culto al mundo natural. La arquitectura y los murales
de la ciudad son testimonios de prácticas procesionales y de una larga tradición
de culto al agua.
Teotihuacan fue una ciudad
construida para realizar procesiones. La gran extensión de la Calzada de los
Muertos forma una enorme y larga plaza, espacio perfecto para que las
multitudes demostraran su lealtad a los líderes de la ciudad y su reverencia a
los magníficos monumentos y al poder espiritual que encerraban. El centro
ceremonial era como un valle hecho por el hombre, rodeado por efigies de
montañas; en sí mismo se encontraba en un valle natural bordeado por grandes
cordilleras volcánicas (fig. 1).
El ambiente edificado imitaba al
natural de otra manera, al imponer una cuadrícula sobre la tierra que
controlaba el flujo de la gente pero que también controlaba el flujo del agua.
El agua era un elemento esencial en el Valle de Teotihuacan, y los
teotihuacanos acentuaban su importancia en las representaciones de los
principios sagrados. Los teotihuacanos fueron adoradores del agua desde la
fundación de la ciudad, y cuando ésta evolucionó también lo hicieron sus
concepciones de cómo el agua podía ser controlada. Su programa hidrológico
implicaba tanto la veneración de deidades como la imposición de esquemas
prácticos para controlar el flujo del agua desde las fuentes naturales. En este
esfuerzo, la famosa disposición en cuadrícula de la ciudad cumplía dos
propósitos: establecer un sistema de drenaje y suministrar un campo de acción
para el culto, como las procesiones de creyentes que suplicaban a la tierra a
su alrededor y a los cielos arriba de ellos.
La ciudad temprana y los dioses
de la lluvia
Los modernos visitantes de
Teotihuacan tal vez perciban la ciudad como plana, al fondo del Valle de
Teotihuacan. En realidad, su declive, aunque ligero, es decisivo para su
disposición. La mayor parte de la ciudad fue construida entre dos barrancas que
corren del noroeste al sureste, las cuales muestran que es posible una severa
erosión en una pendiente leve. Los primeros pobladores establecieron pequeñas
comunidades agrícolas a lo largo de las barrancas hace aproximadamente 3 000
años; los vestigios de antiguas terrazas de cultivo muestran que siguieron el
contorno de la pendiente, la mejor manera de captar lluvias que afluían y
desgastaban el suelo.
Esas pequeñas aldeas llegaron a ser
la parte más vieja de la ciudad de Teotihuacan en crecimiento, y la Pirámide de
la Luna, erigida hace cerca de 2 000 años, fue la primera construcción
monumental de la ciudad. Con alguna variación, la Pirámide de la Luna y la
Calzada de los Muertos fijan la orientación norte-sur de la ciudad a unos 15° 25’
al este del norte. El Cerro Gordo se ve sobre la Pirámide de la Luna, y se cree
que las grandes montañas eran repositorios de agua, parte de un gran sistema de
reciclaje que utilizaba agua de mar y la transformaba en agua potable (fig. 2).
Los primeros teotihuacanos rendían culto a la lluvia, tal vez el más antiguo
objeto de deificación en Mesoamérica, conocido entre los mexicas como Tláloc.
El dios de la tormenta de Teotihuacan está representado a lo largo de la
historia de la ciudad, por lo general en vasijas de cerámica (fig. 3) y más
tarde en la pintura mural.
Cuando la cuadrícula de la ciudad
creció, su orientación este-oeste surgió en ángulo recto respecto al de la
Calzada de los Muertos. Los especialistas han postulado razones importantes
para esta orientación, de las cuales la más significativa es, en términos
cosmológicos, que la línea de visión al oeste a lo largo de la cuadrícula
corresponde con la puesta de sol el 12-13 de agosto, que se concibe como el
punto de arranque de uno de los más importantes calendarios de la antigua
Mesoamérica. En realidad, Teotihuacan llegaría a ser conocido por los mexicas
como el lugar donde el universo se puso en movimiento, donde comenzó el tiempo.
Otro aspecto más común de la línea
de visión al oeste a lo largo de la cuadrícula es que corresponde con la puesta
de sol entre el 29 de abril y el 1 de mayo, en el comienzo de la temporada de
lluvias. De todos los recursos esenciales para el desarrollo de una gran ciudad
en la región, el agua era el más importante, pues promediaba apenas cerca de
550 mm en el Valle de Teotihuacan, casi el mínimo para los cultivos
dependientes de la lluvia. La mayor parte de la lluvia caería entre mayo y
septiembre, pero cualquier retraso –o peor, una sequía– pondría en peligro la
cosecha de maíz. Después de un largo invierno seco, los teotihuacanos vigilaban
los cielos con ansiedad, a medio camino entre el equinoccio de primavera y el
solsticio de verano, el punto crítico del año (fig. 3b). Como la puesta de sol
se movía hacia el norte, a lo largo del horizonte occidental, se le seguía
fácilmente el rastro por la cuadrícula de la ciudad. Para expresar su profunda
necesidad de los dones de los dioses de la lluvia, la gente saldría a recorrer
calles y avenidas.
Por último, hay que destacar que la
cuadrícula de la ciudad está orientada en diagonal respecto a la topografía
natural (fig. 4) y a las terrazas de cultivos de las primeras aldeas. Las
terrazas agrícolas seguían el contorno de la ladera para colectar el agua de
lluvia, pero la ciudad requería un drenaje eficiente. La orientación de la
cuadrícula de Teotihuacan es la forma más efectiva de controlar un flujo de
agua –incluida la residual– a través de una serie de edificios.
La ciudad en su plenitud y
los dioses de la lluvia
Enmarcada por la Pirámide de la
Luna, la Calzada de los Muertos determinó la ubicación de los emplazamientos de
la Pirámide del Sol y el complejo del sur, formado por la Pirámide de la
Serpiente Emplumada, la Ciudadela y el ahora invisible Gran Conjunto. Cálculos recientes
de fechas de construcción sugieren que esos monumentos se crearon durante el
auge constructivo que tuvo lugar entre 170 y 310 d.C. (Sugiyama, Sugiyama y
Sarabia, 2013).
Son tan notables esos monumentos que
es fácil olvidar que antes de construir el complejo sur, fue necesario desviar
el río San Juan a una distancia de por lo menos 5 km. En la actualidad, el
flujo de río es moderado (fig. 5) pero en la antigüedad, con una cantidad de
agua mucho más alta en el Valle de Teotihuacan, canalizar el río para adecuarlo
a la cuadrícula fue un proyecto colosal. Una vez completado, condujo el agua
desde las zonas más altas del valle, de las barrancas y del desagüe de la
ciudad al límite al suroeste, donde desembocaba el sistema de canales que daba
al lago.
El gran dios del complejo sur es
otra deidad de la tormenta, la Serpiente Emplumada (Quetzalcóatl entre los
mexicas). Los ámbitos del que era patrono eran la lluvia y la fertilidad, e
incluía áreas como la creatividad, la maestría artesanal, la actividad mercantil
y la guerra. Su monumento, la tercera gran pirámide de Teotihuacan, tenía siete
niveles de serpientes emplumadas nadando, rodeadas por símbolos de agua y
guerra, una obra magistral de escultura y pintura (fig. 6).
Esta pirámide fue cortada
transversalmente por la calzada este-oeste, que corría en ambas direcciones por
kilómetros. Ahora casi invisible, esta calzada era un elemento principal de la
cuadrícula, cuya orientación hacia el oeste propició que el templo ubicado
sobre la pirámide fuera un importante puesto de observación de las puestas de
sol en fechas importantes. Cuando el sol de la tarde se encuentra en el este
hasta la Pirámide de la Serpiente Emplumada iluminaría en toda su amplitud la
calzada este-oeste, y también el canalizado río San Juan que corría al oeste
desde el Gran Conjunto, y los reflejos de luz evocaban las brillantes escamas
de las serpientes, reuniendo así elementos iconográficos –serpientes, ríos,
caminos– entrelazados en la ideología del México central. Este tramo de calzada
y río sería un espacio ideal para las procesiones: los fieles implorando la
lluvia mientras caminaban hacia la puesta de sol o hacia la pirámide de la
Serpiente Emplumada. Puesto que la calzada del oeste era una ruta principal
hacia la ciudad, cuando peregrinos y comerciantes llegaban veían de frente a la
Pirámide de la Serpiente Emplumada, que imponía una actitud de respeto.
La ciudad en plenitud y el
control de los manantiales
No mucho después de su dedicación,
la fachada original de la Pirámide de la Serpiente Emplumada fue destruida y
cubierta por una plataforma adosada, de la cual quedan pocos restos de
decoración. Ya fuera una turba enfurecida o un terremoto lo que causó la
destrucción, la ciudad se enfocó en el desarrollo de complejos residenciales y
sus sistemas de drenaje interno y externo, construidos conforme a la
cuadrícula.
Dentro de los complejos
departamentales de la ciudad, los miles de muros eran soporte para pinturas
murales, las mayores obras maestras del arte teotihuacano. Varios cientos de
murales y fragmentos de ellos sobreviven, y en su mayoría corresponden a la era
de mayor esplendor de la ciudad, llamada “Teo III y IV”(fases cerámicas de
Tlamimilolpa Tardío, Xolalpan y Metepec), que abarcan de 300 a 550 d.C. Los
murales se encuentran en complejos departamentales y en contextos ceremoniales,
y representan muchas procesiones de figuras disfrazadas, en su mayoría humanos
y felinos (fig. 7a).
La presencia de jaguares en
Teotihuacan es vista como un indicio de una nueva veneración, como una
manifestación temprana del dios todopoderoso llamado Tezcatlipoca por los
mexicas. Esta deidad fue patrono de los gobernantes y guardián de las cuevas,
que estaban asociadas con los manantiales. Los murales del complejo de Tetitla
representan jaguares con redes que se arrodillan ante templos acuáticos
adornados profusamente con símbolos del poder estatal (fig. 7b). El claro
mensaje de esta serie de murales casi idénticos es la reverencia mostrada por
la encarnación del gran dios del agua de manantial; las huellas de pies a lo
largo de los caminos contiguos a los canales de agua indican la coreografía de
las procesiones hacia y alrededor de los templos acuáticos.
Al desarrollar un sistema de drenaje
complejo e incorporar los manantiales a éste, los teotihuacanos lograron mayor
seguridad para sus cosechas. Las parcelas tipo chinampa permitieron una
temprana germinación de las cosechas, las cuales podían plantarse en las
parcelas dependientes de la lluvia tan pronto como empezaba la temporada. De
ningún modo olvidaban a sus más viejos dioses acuáticos: los murales de la
ciudad representan a todas sus deidades relacionadas con el agua, con
serpientes emplumadas, dioses de la tormenta y montañas acuáticas representadas
con jaguares.
La ciudad en decadencia
Los especialistas aún debaten las
causas de la decadencia de Teotihuacan, así como el ritmo de ésta. El consenso
cada vez se inclina más respecto a un periodo de decadencia a mediados del
siglo vi, cuya causa pudo haber sido el cambio climático. Ese factor habría
provocado que el pueblo perdiera la confianza en el poder de sus grandes
señores para convencer a los dioses de seguir favoreciendo a la gran ciudad.
Mucha gente la abandonó y las familias restantes se agruparon en vecindarios
que llegaron a ser pequeñas aldeas, muchas de las cuales sobreviven hasta el
presente.
Los grupos de población se
mantuvieron en torno a los manantiales y, después de la conquista española,
quienes mandaban aún reconocían su importancia. San Juan Bautista fue el
patrono ideal para ese pueblo, y en el atrio de la iglesia –ahora catedral–
todavía mana uno de los manantiales principales y es un lugar en el que todavía
se realizan procesiones (fig. 8).
Para leer más…
Angulo Villaseñor, Jorge, “El
sistema Otli-Apantli dentro del área urbana”, en Emily
McClung de Tapia y Evelyn Childs Rattray (eds.), Teotihuacan: Nuevos datos,
nuevas síntesis y nuevos problemas, unam, México, 1987, pp. 399-415.
Bernal, Ignacio, Cien obras maestras del Museo
Nacional de Antropología, José Bolea Editor, México, 1969.
De la Fuente, Beatriz (coord.), La pintura mural prehispánica en
México, vol. 1: Teotihuacan, Instituto de Investigaciones
Estéticas, unam, México, 1995.
Evans, Susan Toby, Ancient
Mexico and Central America: Archaeology and Culture History, Thames and
Hudson, Londres-Nueva York, 3a. ed., 2013.
Millon, René (ed.). Urbanization
at Teotihuacan, Mexico, University of Texas Press, Austin, 1973.
Sanders, William T., “The Natural Environment and 20th Century Occupation of the Teotihuacan
Valley”, en Susan Toby Evans y William T. Sanders (eds.), The Aztec period occupation
of the Valley. The Teotihuacan Valley Project Final Report, Occasional Papers in Anthropology,
Department of Anthropology, vol. 5, Part 1, The Pennsylvania State University, University
Park, Pa., 2000, pp. 6-57.
Sugiyama, Nawa, Saburo Sugiyama y
Alejandro Sarabia G., “Inside the Sun Pyramid at Teotihuacan, Mexico”, Latin American Antiquity, 24,
2013, pp. 403-432.
Susan Toby Evans. Catedrática de
antropología en la Pennsylvania State University. Estudia el potencial agrícola
e hidrológico en el Valle de Teotihuacan, así como el arte de los murales y la
cerámica de la ciudad. Ha estudiado el periodo del asentamiento mexica en el
Valle de Teotihuacan, en particular el sitio de Cihuatecpan y su tecpan (palacio).
Tomado de Evans, Susan Toby,
“Procesiones en Teotihuacan. Agua y tierra”, Arqueología
Mexicananúm. 131, pp. 48 – 53.
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