Kenneth Hirth
Las navajas de obsidiana se
produjeron usando una tecnología compleja y sofisticada. Esta tecnología originada
en Mesoamérica es un ejemplo magnífico de cómo la civilización puede
desarrollarse y mantenerse cuando emplea herramientas de piedra de alta
precisión como las navajas de obsidiana.
Cuando Cortés desembarcó con su
pequeña tropa de soldados en las costas de Veracruz en 1519, se topó con el
vasto y poderoso imperio mexica. Los conquistadores españoles se maravillaron
del tamaño de las ciudades mexicanas del Altiplano, la riqueza de los mercados
mesoamericanos y el valor de los soldados mexicas. El rasgo más singular de la
civilización azteca, al comparársele con las grandes civilizaciones del mundo
antiguo, es que se trataba de una sociedad de la Edad de Piedra. En tanto que
las de Sumeria, China, Egipto y Grecia desarrollaron sin excepción complejas tecnologías
que usaron el bronce y el hierro, la antigua Mesoamérica no lo hizo. La
metalurgia de cobre y bronce era conocida en el México antiguo, pero se le
empleaba más para joyas, cascabeles y ornamentos que para herramientas o armas
cortantes. En Mesoamérica las herramientas de piedra por lo general se hacían
de obsidiana. La cuestión es si esto representa un ejemplo de un proceso
inacabado o es resultado de haber encontrado la solución perfecta a las
necesidades cotidianas de una próspera sociedad antigua.
La obsidiana es un vidrio volcánico
que en todas las culturas antiguas fue muy apreciado ya que con él podían
obtenerse objetos de filos cortantes. Cualquiera que se haya cortado con un
vidrio sabe cuán filosos son esos bordes. Los pueblos prehispánicos
reconocieron el valor de la obsidiana y desarrollaron una tecnología para la
producción masiva de una herramienta única: navajas de doble borde. Una vez
desarrolladas, las navajas de obsidiana de doble borde se convirtieron en la
herramienta cortante por excelencia en el México antiguo. El borde de una
navaja de obsidiana recién hecho es el borde cortante más afilado que los
humanos pueden crear, más afilado incluso que los modernos escalpelos
quirúrgicos. Estas navajas eran mejores que las de metal para muchas tareas de
corte e impidieron que la metalurgia se convirtiera en una tecnología
importante.
La navaja de obsidiana: una
tecnología única
Durante los pasados 200 años los
arqueólogos han empleado las categorías de Edad de Piedra, Edad de Bronce y Edad
de Hierro para clasificar el desarrollo cultural. Aunque inexacta técnicamente,
esta estructura ha moldeado nuestras concepciones acerca de los avances
evolutivos y el cambio tecnológico: grupos con tecnologías de la edad de hierro
y bronce se conciben a menudo como más adelantados que aquellos que usaron
herramientas de piedra. La producción de navajas de sílex y pedernal se remonta
en Europa al Paleolítico Superior, cuyos filos cortantes ayudaban en la cacería
y la cosecha hace más de 16 000 años. La eficiencia de una navaja sobre una
simple lasca fue ampliamente reconocida por los antiguos pobladores y la
tecnología para su fabricación se difundió por el Viejo y el Nuevo Mundo.
Asimismo, el comercio de obsidiana favoreció la integración del oriente del Mediterráneo
durante el Neolítico y proporcionó la tecnología para las culturas tempranas de
la Edad de Bronce.
Muchas culturas antiguas han
elaborado navajas o empleado obsidiana para satisfacer sus necesidades de
herramientas. Sólo unas pocas, como las del oriente del Mediterráneo, las
hicieron de obsidiana, y aquellas que las fabricaron lo hicieron mediante
percusión, utilizando un punzón o un mazo de piedra. Lo que hizo única la
tecnología mesoamericana es que las navajas de obsidiana se elaboraron de manera
distinta, por presión en lugar de percusión. Esto permitió a los artesanos
producir afiladas navajas muy delgadas, a las que era posible poner un mango
para manipularlas y producir así herramientas compuestas que iban desde armas (macuáhuitl)
hasta simples cuchillos. Su tamaño se estandarizó para facilitar el reemplazo
de las navajas usadas por otras nuevas cuando los bordes perdían filo. La
delgadez de las navajas permitía a los artesanos obtener el máximo de bordes
cortantes que podían producirse a partir de una determinada cantidad de piedra.
En un medio cultural donde cualquier carga se trasladaba sobre la espalda de
hombres, la capacidad de economizar en el peso de las cargas era un incentivo
importante para estimular el comercio interregional.
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Hirth, Kenneth, “Navajas de obsidiana mesoamericanas.
Una herramienta perfecta”, Arqueología Mexicana núm. 130, pp. 46 – 51.
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