Se trata de una raza canina que lleva en tierra azteca más de 7,000 años.
Cuando los españoles arribaron al
territorio azteca, quedaron
maravillados con la riqueza que los rodeaba. Desde hermosas flores
hasta exquisita comida, los
europeos conocieron la idiosincrasia de una comunidad cuya cultura yacía en la
tradición y la espiritualidad.
Aunado a estas dádivas endémicas de
México, hubo una criatura que los españoles primeramente
confundieron con un caballo enano. Se trataba del xoloitzcuintle, uno
de los perros más antiguos del continente americano. Por su origen etimológico,
el término xoloitzcuintle quiere decir “perro deforme”. Y es
que es su carencia de pelaje y la temprana caída de sus dientes lo que más
caracteriza a esta raza.
En la mitología, Xólotl era el dios de la
transformación, considerado el hermano gemelo de Quetzalcóatl y representado
como un hombre con cabeza de perro. Por este motivo, el xoloitzcuintle
era visto como un animal sagrado, un guardián en la vida y la muerte del
hombre. Se creía que acompañaba al amo durante su viaje hacia el Mictlán, y por
eso se sacrificaba y se
le enterraba junto a la tumba del dueño.
Durante le época de la Conquista, los españoles utilizaban al
xoloitzcuintle como
fuente de alimento. Y al estar tan ligado a la religión indígena, no les faltó
excusa para comenzar a erradicar la raza.
El xoloitzcuintle estuvo a punto de
extinguirse, y fue
enviado a la sierra de Oaxaca y Guerrero para su supervivencia y reproducción.
Allí se valió de sus instintos por cientos de años, hasta que volvió a poblar
poco a poco las zonas aledañas a principios del siglo XX.
Después de la Revolución Mexicana, personajes como Diego Rivera,
Frida Kahlo y Rufino Tamayo, adoptaron al xoloitzcuintle como un símbolo nacional. Se buscaba,
a través de diversas expresiones de identidad, recuperar la cultura mexicana
que se había disipado en el intento de europeizar al país en el Porfiriato.
En los años 50, la Federación Canófila de
México dio a conocer que si no se tomaban medidas, la raza desaparecería por
completo. Fue así como dio inicio una expedición con expertos para
encontrar xoloitzcuintles en los territorios más remotos de México. Se hallaron 10 puros y de
buena salud, y con ellos se revivió la raza.
Tras luchas, la Federación logró
finalmente este mes de
agosto de 2016 que la
raza del xoloitzcuintle fuera reconocida como Patrimonio
de la Ciudad de México, e ícono plausible que habla de la identidad y
el valor que tiene en la cultura mexicana hoy en día.
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