LAS PRIMERAS FUENTES PARA EL ESTUDIO DEL CIELO EN LA TRADICIÓN MESOAMERICANA
Las fuentes para investigar el saber
mesoamericano acerca del cielo guardan entre sí
gran desequilibrio. La principal razón fue la deficiencia en la obtención del
informe directo de los indígenas, que pudo haber sido muy importante en el
momento de su contacto con los europeos. Hubo una enorme incomprensión
recíproca debida a la diferencia entre propósitos, métodos y funciones de dos
sistemas de conocimiento. Básicamente, los españoles se interesaban por la
tradición adivinatoria, que imaginaban semejante con la propia y de la que
esperaban conocimientos que pudieran sumar a los suyos. En contra de lo
supuesto, encontraron que las principales vías adivinatorias de los indígenas
eran calendáricas, más basadas en las combinaciones de ciclos temporales que en
los movimientos celestes, pese a que éstos también eran tomados en cuenta.
Sahagún, la voz más autorizada entre los historiadores del siglo XVI, muestra
en su libro IV tal desconcierto ante el sistema indígena, que lo condena como
demoníaco, y en el libro VII lanza su descalificación del conocimiento de los
nahuas al no entender ni darse a entender con ellos sobre la materia astral.
Algo obtuvo Sahagún, sin embargo, sobre todo de las pinturas de sus
colaboradores indígenas. Existieron en la época opiniones más favorables de las
que se obtienen datos valiosos, aunque escuetos. Alvarado Tezozómoc, por
ejemplo, identifica algunas constelaciones, empatándolas con las del Viejo
Mundo; Landa señala las constelaciones de Las Cabrillas y Los Astillejos como
indicadoras de las horas de la noche; Pomar informa que los hijos de los nobles
tetzcocanos se dedicaban al estudio de las estrellas; en el Códice
Telleriano-Remensis se aboga porque se investigue qué estrellas o planetas
entran en conjunción cuando cae el año 1 conejo, para así explicar las
predicciones de desgracias que hacen los indios, y que se han verificado como
verdaderas etc. Pero, en general, no hay mucha miga en las fuentes documentales
tempranas. Rivalizando con las fuentes pictóricas están las arquitectónicas y
urbanísticas. La arqueología proporciona una enorme cantidad de información
sobre la orientación en el trazo de las poblaciones y la construcción de
grandes edificios alineados hacia puntos importantes de ortos y ocasos, amén de
otros testimonios menores, como los de las ruedas punteadas, que son marcas
dejadas en las rocas como registros de los cursos astrales.
Tomado de Alfredo López Austin, “10. El
conocimiento del cielo”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 69, pp.
74-89.
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IMAGEN: Dos eclipses, 1476 y 1496, (a y b), y un
cometa, 1489 (c), registrados en el Códice Telleriano-Remensis, ff. 37r, 40v y
39v
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