jueves, 24 de noviembre de 2016

LAS PRIMERAS FUENTES PARA EL ESTUDIO DEL CIELO EN LA TRADICIÓN MESOAMERICANA


Las fuentes para investigar el saber mesoamericano acerca del cielo guardan entre sí gran desequilibrio. La principal razón fue la deficiencia en la obtención del informe directo de los indígenas, que pudo haber sido muy importante en el momento de su contacto con los europeos. Hubo una enorme incomprensión recíproca debida a la diferencia entre propósitos, métodos y funciones de dos sistemas de conocimiento. Básicamente, los españoles se interesaban por la tradición adivinatoria, que imaginaban semejante con la propia y de la que esperaban conocimientos que pudieran sumar a los suyos. En contra de lo supuesto, encontraron que las principales vías adivinatorias de los indígenas eran calendáricas, más basadas en las combinaciones de ciclos temporales que en los movimientos celestes, pese a que éstos también eran tomados en cuenta. Sahagún, la voz más autorizada entre los historiadores del siglo XVI, muestra en su libro IV tal desconcierto ante el sistema indígena, que lo condena como demoníaco, y en el libro VII lanza su descalificación del conocimiento de los nahuas al no entender ni darse a entender con ellos sobre la materia astral. Algo obtuvo Sahagún, sin embargo, sobre todo de las pinturas de sus colaboradores indígenas. Existieron en la época opiniones más favorables de las que se obtienen datos valiosos, aunque escuetos. Alvarado Tezozómoc, por ejemplo, identifica algunas constelaciones, empatándolas con las del Viejo Mundo; Landa señala las constelaciones de Las Cabrillas y Los Astillejos como indicadoras de las horas de la noche; Pomar informa que los hijos de los nobles tetzcocanos se dedicaban al estudio de las estrellas; en el Códice Telleriano-Remensis se aboga porque se investigue qué estrellas o planetas entran en conjunción cuando cae el año 1 conejo, para así explicar las predicciones de desgracias que hacen los indios, y que se han verificado como verdaderas etc. Pero, en general, no hay mucha miga en las fuentes documentales tempranas. Rivalizando con las fuentes pictóricas están las arquitectónicas y urbanísticas. La arqueología proporciona una enorme cantidad de información sobre la orientación en el trazo de las poblaciones y la construcción de grandes edificios alineados hacia puntos importantes de ortos y ocasos, amén de otros testimonios menores, como los de las ruedas punteadas, que son marcas dejadas en las rocas como registros de los cursos astrales. 

Tomado de Alfredo López Austin, “10. El conocimiento del cielo”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 69, pp. 74-89.

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IMAGEN: Dos eclipses, 1476 y 1496, (a y b), y un cometa, 1489 (c), registrados en el Códice Telleriano-Remensis, ff. 37r, 40v y 39v

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