Les ofrecemos aquí los capítulos del Popol Vuh en el que se narra la creación de los
hombres. Tras varios intentos los dioses logran su propósito y crean al hombre,
al que forman con maíz. Estos hombres, que saben cumplir sus obligaciones con
sus creadores, son capaces de ver todo, en el tiempo y en el espacio, por lo
que los dioses deciden nublar su visión. Ésta es la humanidad que ahora puebla
la tierra.
El Popol
Vuh lo cuenta así…
Capítulo I
He aquí, pues, el principio de
cuando se dispuso hacer al hombre, y cuando se buscó lo que debía entrar en la
carne del hombre.
Y dijeron los Progenitores, los
Creadores y Formadores, que se llaman Tepeu y Gucumatz: “Ha llegado el tiempo
del amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los que nos han de
sustentar y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados; que
aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra.” Así
dijeron.
Se juntaron, llegaron y celebraron
consejo en la oscuridad y en la noche; luego buscaron y discutieron, y aquí
reflexionaron y pensaron. De esta manera salieron a la luz claramente sus
decisiones y encontraron y descubrieron lo que debía entrar en la carne del
hombre.
Poco faltaba para que el sol, la
luna y las estrellas aparecieran sobre los Creadores y Formadores.
De Paxil,
de Cayalá, así llamados,
vinieron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas.
Éstos son los nombres de los
animales que trajeron la comida: Yac [el gato de monte], Utiú [el coyote], Quel [una cotorra vulgarmente llamada
chocoyo] y Hoh [el cuervo]. Estos cuatro animales les
dieron la noticia de las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, le dijeron
que fueran a Paxil y les enseñaron el camino de Paxil.
Y así encontraron la comida y ésta
fue la que entró en la carne del hombre creado, del hombre formado; ésta fue su
sangre, de ésta se hizo la sangre del hombre. Así entró el maíz [en la
formación del hombre] por obra de los Progenitores.
Y de esta manera se llenaron de
alegría, porque habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites,
abundante en mazorcas amarillas y mazorcas blancas y abundante también en
pataxte y cacao, y en innumerables zapotes, anonas, jocotes, nances, matasanos
y miel. […]
A continuación entraron en pláticas
acerca de la creación y la formación de nuestra primera madre y padre. De maíz
amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los
brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de
nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados.
Capítulo II
Éstos son los nombres de los
primeros hombres que fueron creados y formados: el primer hombre fue Balam-Quitzé, el segundo Balam-Acab, el tercero Mahucutah y el cuarto Iqui-Balam.
Éstos son los nombres de nuestras
primeras madres y padres.
Se dice que ellos sólo fueron hechos
y formados, no tuvieron madre, no tuvieron padre. Solamente se les llama
varones. No nacieron de mujer, ni fueron engendrados por el Creador y Formador,
por los Progenitores. Sólo por un prodigio, por obra de encantamiento fueron
creados y formados por el Creador, el Formador, los Progenitores, Tepeu y
Gucumatz. Y como tenían la apariencia de hombres, hombres fueron; hablaron,
conversaron, vieron y oyeron, anduvieron, agarraban las cosas eran hombres
buenos y hermosos y su figura era figura de varón.
Fueron dotados de inteligencia;
vieron y al punto se extendió su vista, alcanzaron a ver, alcanzaron a conocer
todo lo que hay en el mundo. Cuando miraban, al instante veían a su alrededor y
contemplaban en torno a ellos la bóveda del cielo y la faz redonda de la
tierra.
Las cosas ocultas [por la distancia]
las veían todas, sin tener primero que moverse; en seguida veían el mundo y
asimismo desde el lugar donde estaban lo veían. […]
Entonces les preguntaron el Creador
y el Formador: –¿Qué pensáis de vuestro estado? ¿No miráis? ¿No oís? ¿No son
buenos vuestro lenguaje y vuestra manera de andar? ¡Mirad, pues! ¡Contemplad el
mundo, ved si aparecen las montañas y los valles! ¡Probad, pues, a ver!, les
dijeron.
Y en seguida acabaron de ver cuanto
había en el mundo. Luego dieron las gracias al Creador y al Formador: –¡En
verdad os damos gracias dos y tres veces! Hemos sido creados, se nos ha dado
una boca y una cara, hablamos, oímos, pensamos y andamos; sentimos
perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está cerca. Vemos también
lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra. Os damos gracias, pues, por
habernos creado, ¡oh Creador y Formador!, por habernos dado el ser, ¿oh abuela
nuestra!, ¡oh nuestro abuelo!, dijeron dando las gracias por su creación y
formación. […]
Pero el Creador y el Formador no
oyeron esto con gusto.
–No está bien lo que dicen nuestras
criaturas, nuestras obras: todo lo saben, lo grande y lo pequeño, dijeron. Y
así celebraron consejo nuevamente los Progenitores: –¿Qué haremos ahora con
ellos? ¡Que su vista sólo alcance a lo que está cerca, que sólo vean un poco de
la faz de la tierra! No está bien lo que dicen. ¿Acaso no son por su naturaleza
simples criaturas y hechuras [nuestras]? ¿Han de ser ellos también dioses? ¿Y
si no procrean y se multiplican cuando amanezca, cuando salga el sol? ¿Y si no
se propagan? Así dijeron.
–Refrenemos un poco sus deseos, pues
no está bien lo que vemos. ¿Por ventura se han de igualar ellos a nosotros, sus
autores, que podemos abarcar grandes distancias, que lo sabemos y vemos todo?
[…]
Entonces el Corazón del Cielo les
echó un vaho sobre los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre
la luna de un espejo. Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba
cerca, sólo esto era claro para ellos. […]
Fragmentos tomados de Popol Vuh. Las antiguas
historias del Quiché, traducidas del texto original con
introducción y notas de Adrián Recinos, Colección Popular, núm. 11, FCE,
México, 32ª reimp., 2005.
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