Como digna obertura para una gran epopeya, la
“Ruta de Cortés” -la primera marcha de los conquistadores de la Vera Cruz a
Tenochtitlan entre agosto y noviembre de 1519- ha sido considerada en sí misma
como un episodio dentro de la épica de la “Conquista de México”. Más aún, se le
ha provisto de gran significado, como si fuera una especie de camino triunfal,
o trágico, cual el trayecto de una flecha dirigida al corazón de un cuerpo
invadido.
Muchos han participado del interés por hacer mapas
de esa ruta y aun de la curiosidad de recorrerla a pie. Pero la tarea no es
fácil por dos razones. La primera es que no hay evidencia precisa de la
totalidad de su trayecto, que sólo conocemos de modo aproximado mediante la
interpretación de las observaciones difusas y a veces contradictorias que
dejaron los conquistadores en sus escritos. Si alguno llevó una bitácora de su
avance, imitando la disciplinada práctica de los navegantes, sus notas no se
conservaron. El resultado de tales imprecisiones es que se han difundido
diferentes relatos y mapas de esa ruta, algunos más o menos correctos y otros
francamente aberrantes, dependiendo de que la interpretación de los datos haya
estado bien fundada o no.
Después debe considerarse que la “Ruta de Cortés”
fue un movimiento que desembocó en lo que deberíamos denominar, en términos
político-militares, la ocupación española de Tenochtitlan. Esta ocupación se
sustentó en el casi absoluto control de Moteczuma por los conquistadores, de lo
que se siguió que éstos estuvieran en posición privilegiada durante medio año,
organizando a su antojo expediciones en busca de oro por varias provincias
sometidas al imperio.
Tomado de Bernardo García Martínez, “La “Ruta de
Cortés” y otras rutas de Cortés”, Arqueología Mexicana, núm 49, pp. 32-35.
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