viernes, 25 de noviembre de 2016

90 años de La Cristiada, la guerra mexicana que quisieron ocultar

La autora, doctora en Historia, repasa en su 90 aniversario La Cristiada, desconocida guerra mexicana, y califica el heroísmo de los cristeros de Epopeya de la Libertad.
Imagen de la época.
Niños mártires, asaltos de trenes, vías férreas pobladas de ahorcados, indómitos guerrilleros, brigadas de valientes mujeres con voto de silencio, emboscadas en sierras desérticas, Caballeros de Colón antimasónicos, el KukuxKlan y traiciones de un gobierno anticlerical son los fascinantes elementos de La Cristiada o la Guerra Cristera (1926 – 1929), la guerra religiosa más dramática, sangrienta y desconocida de la historia de América de la que ahora se cumplen sólo 90 años. Una tragedia que fue prácticamente borrada de los libros de Historia. Su grito de lucha: Viva Cristo Rey y  la Virgen de Guadalupe.
El famoso Emiliano Zapata luchó con diez mil hombres y Pancho Villa con veinte mil, pero los desconocidos cristeros consiguieron movilizar a cincuenta mil combatientes, apoyados por todo un pueblo. Fue una guerra por la libertad que se convirtió en un verdadero "martirologio" ya que en esa persecución sangrienta y salvaje, cientos de religiosos y laicos católicos fueron asesinados por su fe. Un capítulo bélico recogido en cientos de fotografías blanquinegras que sorprenden por su fuerza y magnetismo.
Conspiración de silencio
La Guerra Cristera, hasta 1980 fue tabú en los estudios históricos y políticos mexicanos. La Historia "oficial" -en las raras ocasiones que los llegaba a mencionar- los calificaba como "rebeldes al gobierno". Pese a su importancia, se intentó borrar de la memoria y se transmitió casi en secreto entre los miembros de las familias que vivieron el enfrentamiento.
La Ley Calles
La anticlerical Constitución mexicana de 1917 había  incluído medidas draconianas contra la Iglesia,  negaba su reconocimiento legal, limitaba a los sacerdotes, prohibía la educación religiosa, nacionalizaba las propiedades de la Iglesia e ilegalizaba la celebración de ceremonias fuera de los templos. Sin embargodada la mayoría católica nunca se aplicó de forma estricta hasta 1926. Ese año el Presidente Plutarco Calles promulga "la Ley Calles": multas y cárcel por negarse a disolver comunidades religiosas, por enseñanza de la religión, por publicaciones piadosas,  por expresar públicamente las creencias y la expulsión de sacerdotes extranjeros, incautación de iglesias, conventos y monasterios e inventarios de los bienes. También prohibe las sotanas a los curas mexicanos, y se mandaron quemar todos los documentos de la Iglesia, incluidas la Fe de bautismo de todas las personas. Todo acto católico era prohibido por la ley. La iglesia suspende el culto público y se va a la clandestinidad, a modo de la época de las catacumbas
Al principio, los fieles y la jerarquía se resistieron a la Ley Calles de forma pacífica organizan su brazo político: la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) . Protestas, un millón de firmas pidiendo la abolición, boicot económico... no hubo alzamiento armado ni tácticas de resistencia civil  hasta que no se agotaron todos los recursos legales y pacíficos posibles. El Gobierno, viendo el poder que adquirían, intensificó su ataque con arrestos, intimidaciones y comenzaron las ejecuciones y violentas represiones por parte del ejército.
Ante los atropellos y desmanes, el pueblo a empezó a armarse de forma espontánea y aparecen  las primeras guerrillas, compuestas por campesinos que comienzan  a sublevarse al grito de: "¡Viva Cristo Rey y  Santa María de Guadalupe!, Fueron conocidos desde entonces despectivamente con el nombre de Los Cristeros.
La rebelión cristera
La resistencia armada comenzó en Jalisco con levantamientos esporádicos hasta que se difundió por todo México. El gobierno declara la guerra a la Iglesia Católica  y se convierte en una auténtica guerra civil.
La Liga organiza la lucha y da el mando al general  liberal Enrique Gorostieta, experto en guerra de guerrillas y estrategia militar. Pasarán de ser una tropa espontánea y desharrapada a  ser un ejército disciplinado de 50.000 hombres, divididos en regimientos y con jefes legendarios, como los curas-generales padre Vega y padre Pedroza.
Las Brigadas Bonitas
Las brigadas femeninas de Santa Juana de Arco (BB) fueron creadas para suministrar municiones, pertrechos y dinero, provisiones, informes, refugio, cura y protección a los combatientes Cristeros. Llegaron a ser 25.000 mujeres. Su estructura era militar y jerárquica porque eran consideradas un cuerpo más de combate. Pero este movimiento trabajaba en total clandestinidad, imponiendo a sus miembros un juramento de obediencia y secreto por lo que era de gran eficacia. La mayor parte de las mujeres eran célibes, para evitar dejar huérfanos o evitar chantaje, si eran hechas prisioneras
Sus métodos para obtener fondos incluían las acciones directas. Transportaban las municiones en chalecos o en carros cubiertos de maíz o cemento, hasta las zonas de combate, donde posteriormente a lomo de mula las hacían llegar a los cristeros. El ingenio y la audacia de aquellas jóvenes fueron legendarios y llegaron a abastecerse directamente en las fábricas militares de la capital, mediante la seducción  o la connivencia de operarios católicos y de algunas autoridades.
Un enfrentamiento desigual

El ejército de Calles, bien armado, comido y vestido, era llamado por el pueblo: "los federales", o "comecuras". contaba con 80 mil hombres. La mayoría de los insurrectos eran campesinos pobres, mal equipados y peor armados, pero la  gran desigualdad de hombres y armas no detuvo a los cristeros. Su  profunda fe en Cristo les daba una gran fuerza moral. En las zonas donde la rebelión parecía ser aplastada, a los pocos días resurgía con más fuerza. La ferocidad de la milicia y el ensañamiento con los campesinos, hizo que los cristeros fueran apoyados por la población.
Ante la imposibilidad de controlar la insurección, el gobierno organizó  "concentraciones". Se obligaba a los campesinos a reunirse en poblados determinados.Si esto no sucedía, las gentes eran fusiladas sin previo juicio, lo que significó pérdida de cosechas y hambre para la población civil. Los sacerdotes que permanecieron en el campo, lo hicieron con gravísimo riesgo y permanecieron escondidos con la protección de los fieles, que en muchos casos fueron también ejecutados por darles cobijo .El británico Graham Greene viajó poco después de la guerra a México y recogió muchos testimonios directos  de la rebelión cristera.. "Todos los curas eran perseguidos y muertos –escribe Green en una de sus novelas más célebres: El poder y la gloria-, excepto uno que subsistió durante diez años en las selvas y los pantanos, aventurándose sólo de noche.."
Una  táctica exitosa entre los cristeros fue el ataque a trenes, que obligó al ejército federal a destacar hombres en puentes, túneles y estaciones;  Ahí se produjo su único crimen de guerra: el incendio de un tren antes de su completa evacuación.

Tácticamente, la guerrilla cristera superaba a las milicias regulares. En pequeños grupos, atacaban, intempestivamente, y  huían con facilidad a la sierra gracias a su destreza como jinetes y a su conocimiento del terreno. Siempre portaban el estandarte de la Virgen de Guadalupe y  de cada pecho de soldado colgaba una gran cruz, cual fresco epopéyico de  un cuadro de Ferrer- Dalmau. El l ejército federal, mucho más desarrollado en la infantería se veía imposibilitado a proseguir la persecución. Dada su inferioridad, táctica el gobierno apela al terror sistemático no sólo contra las poblaciones involucradas en la insurrección, sino contra aquellas sopechosas de estarlo.
Una cruel represión
Los Cristeros a quienes se hacía prisioneros eran pasados por las armas. Pena de muerte era también el castigo de quienes ayudaban a los rebeldes, de los que bautizaban a sus hijos, asistían a las misas clandestinas o se casaban por la Iglesia.. Muchos civiles sucumbieron en ocasiones víctimas de matanzas colectivas. Los lunes había fusilamientos y muertes en la horca, en público.
Turistas norteamericanos denunciaban en la prensa americana la presencia de ahorcados en los postes telegráficos a lo largo de las vías férreas y de las carreteras y los Caballeros de Colón, asociación católica antimasónica, recaudan un millón de dólares en Estados Unidos para ayudarles, lo que contrarresta el Kukluxklan ofreciendo ayudar a Plutarco Calles multiplicando por diez esta cifra.
La tortura se practicaba sistemáticamente, no sólo para obtener informes, sino también para hacer que durara el suplicio, para obligar a los católicos a renegar de su fe y para castigarlos eficazmente, ya que la muerte no bastaba para asustarlos. "Caminar con las plantas de los pies en carne viva, ser degollado, quemado, deshuesado, descuartizado vivo, colgado de los pulgares, estrangulado, electrocutado, quemado por partes con soplete, sometido a la tortura del potro, de los borceguíes, del embudo, de la cuerda, ser arrastrado por caballos... Todo esto era lo que esperaba a quienes caían en manos de los federales». (Jean Meyer, La Cristiada, tomo III,.).
Negociación: "Los arreglos"
En 1929 el ejército federal estaba formado por 100.000 hombres. Las milicias cristeras se calculaban en 50 000 hombres, pero controlaban la mitad de los 30 estados de México poniendo en jaque al gobierno de Plutarco Calles, que ante las inminentes elecciones presidenciales ve la coyuntura  idónea para que el conflicto se resuelva .Calles apela embajador norteamericano Morrow, porque necesitan del petróleo mexicano y a quienes también conviene la paz interior del país, La Santa Sede presionada por los Caballeros de Colón impone entonces la necesidad de una salida política que se consigue con “ los arreglos”
La ley de Calles se suspende pero no se deroga; se otorgaba amnistía a los rebeldes; se restituían las iglesias y la Iglesia podía realizar los cultos. Los cristeros en obediencia al Vaticano empiezan a deponer las armas, pero sólo para ser cazados y ejecutados porque  fue una trampa. Calles rompió los compromisos y durante los tres primeros meses después de la tregua, más de 500 líderes y 5.000 cristeros fueron ejecutados. Murieron más líderes cristeros durante ese breve periodo de tiempo que durante tres años de guerra.
Dicotomía: héroes mártires o contarrrevolucionarios
Durante décadas el PRI fue abiertamente hostil a la Iglesia.  De hecho México no mandó embajada al Vaticano hasta fines de los 60  y no reconoció su status jurídico hasta 1990 con Salinas de Gortari.
Con la perdida del gobierno vitalicio del PRI, el episodio cristero adquirió visibilidad y se desató la disputa en torno a su reivindicación como legado a valorar.  Parece que molesta el heroísmo del  martirologio cristero y  se ha alentado su rechazo dentro de la  historia mexicana por ser "contrarrevolucionarios antimodernos". Se carga las tintas en la responsabilidad de la iglesia que intentaba evitar perder sus riquezas y privilegios ( poseía más de la mitad del territorio nacional) , en abordar la rebelión como simple bandidaje o como una revancha de los revolucionarios derrotados También añaden otros factores como la masonería, el jesuitismo, el sinarquismo o la ideología jacobina.
Canonizaciones, la obra de Meyer y la película Cristiada
En los últimos años tres hechos fundamentales han apoyado la difusión de este capítulo apasionante de la historia mexicana.
El primero fue el reconocimiento de la Iglesia de los martires en 1988 de los cuales 25 fueron canonizados por Juan Pablo II  en el año 2000 y 13 beatificados en 2005. Este mismo año 2016, el Papa Francico santifica al Niño José, un  niño Cristero que muere defendiendo a Dios tras sufrir terribles torturas.
El segundo fue el ingente trabajo del francés Jean  Meyer, que en la década de los 90 saca a la luz  información prohibida y oculta. Publica tres tomos titulados La Cristiada / Historia de la guerra mexicana por la libertad religiosa. Meyer jugó una carrera contra el tiempo para salvar la memoria de estos soldados anónimos entrevistando a cientos de  combatientes y testigos directos (Macías Villegas, el último cristero falleció  hace apenas unos meses).
El tercero es la película Cristiada, un film con actores muy conocidos como Andy García quizás en el mejor papel de su carrera como Goriostieta, Peter O Toole o  Rubén Blades. Un film cuya visión desconociendo el episodio histórico asemeja un cuento fantástico y maniqueo pero que, con licencias, es completamente riguroso.  El capítulo de José el niño cristero y su camino al cadalso, pudiera parecer toda una fantasía hagiográfica de no estar bien confirmado por decenas de testigos.
Y aunque en la Cristiada pudieran gravitar factores políticos y económicos, fue el factor religioso la única razón que  llevó al pueblo mexicano a levantarse en armas. Fue la heróica reacción de una sociedad campesina, tradicional y católica contra el autoritarismo y control de un Estado nacido de la Revolución de 1917. Un movimiento popular, que se alzó para defender un modo de vida contra una reforma  que pretendía borrar al Cristianismo de sus vidas, para ellos entonces lo más sagrado de su existencia.
La Cristiada fue una epopeya, y por encima de otras circunstancias políticas o económicas, una guerra por la libertad, por ello, los cristeros, esos valientes davides contra el Goliat de un gobierno totalitario, deben ser recordados como héroes. El heroísmo de dar su vida en un enfrentamiento desigual  por defenderla. 
El problema es que cuando la libertad, uno de los derechos fundamentales del hombre, es ejercer la religión y además la católica, es cuestionada en muchos ámbitos, como comentamos en nuestro polémico artículo de MUNDIARIO Los mártires beatificados murieron por su fe pero tuvieron verdugos políticos.
Cristiada.

De hecho, la película Cristiada, dada su temática, tuvo problemas en España e incluso llegó a boicotearse su estreno en salas por lo políticamente incorrecto de sus posibles paralelismos con la Guerra Civil española. Pero fue sobre todo por la inconveniencia de que estos héroes anónimos mexicanos sacrificaran su vida  por el mismo motivo y al mismo grito que miles de españoles en la trágica contienda: el ! Viva Cristo Rey! que los cristeros lanzaban, a modo de proclama inquebrantable, antes de entrar en la batalla, y  que era también el grito que sus mártires, después de haber perdonado a sus ejecutores, repetían antes de ser asesinados.

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