Rafael
Cobos, Lilia Fernández Souza
Mediante
información arqueológica, iconográfica e histórica sabemos que en Chichén Itzá
hubo procesiones en las que, persiguiendo un fin público y de manera solemne,
participaron guerreros, sacerdotes y gente de esta comunidad prehispánica.
La
procesión se define como la acción realizada en hilera, o conjunto de hileras,
y de forma ordenada por un grupo de personas que se dirigen de un lugar a otro
con algún fin público y solemne. Este fin público puede tener, por ejemplo, un
carácter político, social o religioso y las personas lo celebran en fastuosas
ceremonias.
A lo
largo de la historia de Mesoamérica, varios asentamientos importantes como
Teotihuacan, Tula, Chichén Itzá y Tenochtitlan muestran en su iconografía –en
pinturas y objetos tallados– personajes en fila que, presumiblemente, se
hallaban en procesiones. Estas procesiones se realizaron por diversos motivos
y, según el caso, sus participantes pudieron haber sido guerreros, señores,
sacerdotes, dignatarios o mercaderes.
Por
ejemplo, el fraile franciscano Diego de Landa registró en el siglo xvi en
Yucatán una procesión de carácter religioso, ya que se realizaba en
reconocimiento a la deidad de nombre Kukulkán. De acuerdo con Landa, tanto
sacerdotes como señores importantes y gente de los pueblos se reunían en la
casa de uno de esos señores localizada en el poblado de Maní. Una vez reunidos
y ya por la tarde, “salían con gran procesión de gente” hacia el templo de
Kukulkán, que se encontraba muy decorado con banderas, y los participantes de
la procesión colocaban ídolos enfrente del templo, quemaban incienso y
ofrendaban comida. Landa también señala que durante las ceremonias de año nuevo
se llevaban a cabo en las poblaciones de Yucatán procesiones de señores y sacerdotes
que, tras sahumar y hacer sacrificios ante la estatua de la deidad
correspondiente al año que corriera, la llevaban por un camino limpio y
adornado hasta la casa de un principal del pueblo. Estas procesiones partían de
los montones de piedra que eran erigidos a la entrada de los pueblos en las
cuatro direcciones cardinales.
Si bien
Landa registró una procesión de carácter religioso, también hay evidencias
arqueológicas e iconográficas de que sacerdotes, señores importantes y miembros
de la comunidad realizaron procesiones varios siglos antes de la llegada de los
europeos a México. Esta evidencia procede de Chichén Itzá y los participantes
en esas procesiones lo hacían en contextos específicos con fines religiosos,
políticos o militares. Los contextos a los que nos referimos incluyen las
calzadas asociadas con los cenotes Sagrado y Xtoloc, ubicados al norte y sur
respectivamente del Castillo, el Templo Norte del Gran Juego de Pelota, la
parte inferior del Templo del Jaguar, la banqueta asociada con el Templo de los
Guerreros y la banqueta asociada con el Mercado.
Las
calzadas y edificios mencionados se encuentran en el centro de Chichén Itzá,
sitio que tuvo un gran auge entre los siglos x y xi de nuestra era.
Calzadas
relacionadas con procesiones
Los
cenotes Sagrado y Xtoloc se asocian, cada uno, con sus respectivas calzadas, o sacbé en maya yucateco. Estas calzadas bien
pudieron haber sido utilizadas por personas formadas en filas, quienes se
trasladaron en procesión desde la Gran Nivelación hasta el Cenote Sagrado, o
bien, desde el conjunto arquitectónico denominado el Osario hasta el Cenote
Xtoloc. Destaca el hecho de que en ambos casos se repite un patrón direccional
ya que el Castillo se alinea, de sur a norte, con la Plataforma de Venus, el sacbé 1 y el Cenote Sagrado. El Osario, por
su parte, está alineado, de oeste a este, con otra Plataforma de Venus, el sacbé 15 y el Cenote Xtoloc, al lado del
cual se localiza el templo del mismo nombre.
En el
caso del Cenote Sagrado, los numerosos ornamentos de cobre, las armas de madera
(los átlatl) y las
puntas de lanza localizados debajo de sus aguas, sugieren a William Ringle y a
George Bey que se trata de objetos asociados a la guerra y al culto a la
Serpiente Emplumada. Por tanto, es probable que durante el Clásico Terminal
(800 d.C. -1100 d.C.), los guerreros realizaran procesiones para ofrendar esos
objetos, que ellos mismos empleaban en sus actividades bélicas.
Durante
el Posclásico, Diego de Landa registró procesiones que culminaban en ceremonias
en el Cenote Sagrado. De acuerdo con el fraile, sacerdotes, las personas que
iban a ser sacrificadas en el cenote, músicos, danzantes y cantantes recorrían
la calzada que une al Cenote Sagrado con la Gran Nivelación, calzada que estaba
limpia y adornada para la procesión.
El
Templo Norte del Gran Juego de Pelota
En el
interior de este templo, grabada al bajorrelieve, se ve una escena dividida en
cuatro niveles. En el segundo y cuarto niveles se ven dos actos de procesión.
En el
centro del segundo nivel se distingue claramente un trono de jaguar, el cual
parece ser el elemento al que se dirigen en procesión dos grupos de personas.
Por el lado izquierdo se observan cinco individuos ricamente ataviados, los que
parecen expresar algo por las vírgulas que salen de sus bocas. Tres de estos
individuos son guerreros, en tanto que los otros dos pudieran ser autoridades
civiles o religiosas. Los guerreros portan elaborados penachos con plumas,
collares, rodilleras y sostienen lanzas o átlatl exclusivamente en la mano izquierda.
Un cuarto personaje porta un sombrero, lleva puesta una elaborada falda y, en
la mano derecha, sostiene una vasija en cuyo interior parece que hay objetos,
aunque no se puede precisar de qué clase o tipo. El quinto individuo porta un
elaborado penacho, también lleva falda y en la mano derecha sostiene un
cuchillo de obsidiana o pedernal. Por el lado derecho de la escena se ven cinco
guerreros que portan penachos con plumas, van ricamente ataviados y cada uno
sostiene en la mano izquierda flechas o átlatl.
De este conjunto, el guerrero que se encuentra cerca del trono de jaguar y el
tercer guerrero tienen vírgulas asociadas, por lo que parecen hablar o dialogar
con los individuos de enfrente. Además, un objeto circular yace entre los pies
del guerrero ubicado cerca del trono de jaguar, el cual pudiera ser una pelota.
En la
escena superior participan 13 individuos, de los cuales 12 son claramente
guerreros. La escena tiene como elemento central a un personaje sentado; a la
izquierda se encuentra un grupo de seis guerreros, y a la derecha otro grupo
con igual números de guerreros. En el centro de la escena se ve, en un plano
más elevado que el de los guerreros, a un personaje sentado sobre un trono de
jaguar. Tanto el personaje como el trono están rodeados por una serpiente
emplumada y el contexto sugiere que quizá se trata de un antiguo soberano ya
fallecido, quien parece atestiguar el encuentro de ambos grupos de guerreros.
Los 12 guerreros portan elaborados penachos con plumas, collares, rodilleras y
ocho de ellos sostienen lanzas o átlatl exclusivamente en la mano izquierda.
Los tres guerreros restantes llevan objetos (¿armas?) curvos de madera. Cabe
destacar que uno de los guerreros, al lado izquierdo del personaje central, se
asocia con una serpiente de cascabel no emplumada sino con ganchos. Así, la
escena superior del Templo Norte sugiere que se encuentran varios guerreros en
procesión y uno de ellos, quizá de rango militar y político más importante que
los demás, parece rememorar a un soberano de nombre Kukulkán, quien desde su
trono atestigua la procesión.
La
banqueta del Mercado
El
Mercado es un edificio que presenta una amplia galería frontal formada por
columnas y pilares y en la parte posterior se encuentra un amplio patio
delimitado por cuatro muros. En la larga galería se localiza, justo al este del
único acceso al patio, una banqueta finamente tallada. En la parte frontal de
esta banqueta se ven dos grupos de individuos atados con cuerdas, cuatro por el
este y cinco por el oeste, que convergen hacia una escena central, la cual
muestra a un individuo en actitud triunfante sobre dos personajes menores que
yacen semirreclinados en el piso. A cada lado de la banqueta, cuatro individuos
más, igualmente atados, se encaminan desde ambas direcciones hacia el centro de
la escena.
En esta
representación se muestra, sin duda, una serie de cautivos, aunque no se
observa más acción que la escena simbólica central referente al sacrificio.
Debe destacarse que la cornisa de la banqueta está tallada con serpientes, una
a cada lado y dos en la parte del frente dirigiéndose hacia el centro; entre
los espacios dejados por las ondulaciones de sus cuerpos se ven
representaciones de estrellas, y probablemente una de ellas es el planeta
Venus.
Banqueta
de la Columnata Noroeste del Templo de los Guerreros
Se
localiza al sur de la escalinata que conduce a la parte superior del Templo de
los Guerreros. En ella se ve una procesión de individuos –la mayoría de ellos
guerreros, según opinión de autores como Cynthia Kristan-Graham, William Ringle
y George Bey– que se dirigen, desde trayectorias opuestas, hacia un objeto
central: aparentemente un recipiente. Los personajes están acompañados por
ondulantes serpientes emplumadas. En opinión de Ringle y Bey, el recipiente, en
el que se han colocado estandartes, puede contener algún tipo de comida.
Claude-François Baudez compara esta representación con las tallas de banquetas
en el Templo Mayor de Tenochtitlan, y propone que el objeto central es un
cuenco en el que se encuentra un zacatapayolli,
término náhuatl para referirse a una bola de yerba en la que se clavaban las
espinas y lancetas del autosacrificio. Además, frente a la banqueta se localiza
una piedra trapezoidal que se propone servía como soporte para los sacrificios
por extracción del corazón, como los representados en un disco de oro
recuperado en el Cenote Sagrado, así como en pinturas del Templo Superior de
los Jaguares y del Templo de los Guerreros. Para Baudez, entonces, esta
columnata era un lugar de sacrificio y de autosacrificio que incluía una
procesión. También es relevante contextualizar la banqueta en cuestión, ya que
la Columnata Noroeste es un espacio cuyas pilastras se encuentran profusamente
talladas con guerreros, sacerdotes y prisioneros. Los individuos no se
encuentran colocados al azar, sino que sus perfiles se orientan en ejes hacia
la escalinata y hacia la propia banqueta aquí descrita.
El
Templo Inferior de los Jaguares
Si bien
los ejemplos que hemos mencionado parecen corresponder con eventos reales,
autores como Linda Schele y Peter Mathews proponen también narrativas
mitológicas que incluyen procesiones. En el Templo Inferior de los Jaguares,
anexo al Gran Juego de Pelota, se ve, como parte del rico programa
iconográfico, una escena en la que dos personajes convergen hacia una serpiente
de mosaico, a cada lado de la cual se ubican otras 13 figuras de guerreros
danzando y ataviados con lanzadardos, lanzas y cintos con espejos en la
espalda, indumentaria típica de los guerreros en Chichén Itzá. Para Schele y
Mathews, esta escena ocurre en un momento mítico de creación y los personajes
representados son héroes ancestrales y fundadores de los linajes gobernantes.
La serpiente de mosaico sería entonces la Serpiente de la Guerra que concede a
estos personajes míticos el derecho de conquista.
Conclusiones
Las
escenas de procesiones registradas en Chichén Itzá forman parte de una
tradición muy extendida espacial y temporalmente en Mesoamérica, que incluye a
Teotihuacan (Clásico), Tula (Epiclásico) y Tenochtitlan (Clásico Tardío). Con
estos dos últimos sitios, Chichén Itzá comparte, además, una semejanza
arquitectónica y escultórica, ya que muchas de las escenas de procesiones se
encuentran talladas y pintadas en banquetas en forma de talud, rematadas con
cornisas igualmente talladas. Cynthia Kristan-Graham destaca el hecho de que en
esos tres sitios, las tallas constituyeron parte del mobiliario ritual y se
localizan en espacios en los que realmente pudieron ocurrir las escenas que se
narran en ellas. En el caso de la Columnata Noroeste de Chichén Itzá, las
pilastras con sacerdotes, guerreros y cautivos en marcha se orientan hacia los
ejes de tránsito ritual del edificio. Además, la banqueta muestra al observador
las procesiones de guerreros dirigiéndose, posiblemente, a un acto de
autosacrificio frente a una sugerente piedra sacrificial.
¿Quiénes
llevaban a cabo las procesiones? De acuerdo con la iconografía, un gran número
de los participantes representados eran guerreros, lo que apoya la propuesta de
Ringle y Bey acerca de la naturaleza militar de los sacrificios del Cenote
Sagrado. Encontramos por igual sacerdotes y cautivos, lo que no resulta
contradictorio si nos situamos en una sociedad que no dividía de manera tajante
los asuntos políticos y los religiosos. Señores y posibles gobernantes –reales
o míticos– aparecen igualmente representados, así como entidades sobrenaturales
como la Serpiente Emplumada y la Serpiente de Guerra, o personajes con
atributos de Tláloc. Al hacer una comparación con Tula, es importante decir que
Kristan-Graham propone que en esta ciudad también hubo representaciones de
procesiones de mercaderes.
Analizar
las procesiones de carácter religioso, político o militar en Chichén Itzá
representa entender un poco más a la sociedad que vivió y se desarrolló en esta
ciudad preindustrial. Por tanto, el estudio de cómo, cuándo, por qué se
realizaron esas procesiones y quiénes fueron sus participantes proporcionará
nueva información en nuestra reconstrucción del componente ideológico, social,
político y militar de tan importante asentamiento mesoamericano.
En
conclusión, y sin perder de vista que aún queda mucho trabajo por hacer, vale
la pena caminar una vez más por la antigua Chichén Itzá y dejarse guiar por el
paso de los guerreros: recorriendo los caminos que nos indican sus perfiles de
piedra, siguiendo las direcciones de sus calzadas y descubriendo la orientación
de sus edificios. Con esto lograremos, en cierta medida, participar de los
lugares en donde los antiguos mayas efectuaron sus procesiones milenarias.
Para
leer más…
Baudez,
Claude-François, Una historia
de la religión de los antiguos mayas, Instituto de Investigaciones
Antropológicas, unam/cemca, México, 2004.
Kristan-Graham, Cynthia, y Jeff Karl Kowalski (eds.),
“Chichen Itza, Tula and Tollan. Changing perspectives on a recurring problem in
Mesoamerican archaeology and art history”, en Twin
Tollans. Chichén Itzá, Tula, and the Epiclassic to Early Postclassic
Mesoamerican World, Dumbarton
Oaks, Washington D.C., 2007, pp. 13-83.
Ringle, William M., y George J. Bey III, “The face of
the itzas”, en William L. Fash y Leonardo López Luján (eds.), The Art of Urbanism. How
Mesoamerican Kingdoms Represented Themselves in Architecture and Imagery,
Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Washington, D.C., 2009, pp.
329-383.
Schele, Linda y Peter Mathews, The Code of Kings,
Touchstone/Simon and Schuster, Nueva York, 1999.
Tozzer, Alfred M., Chichen
Itza and Its Cenote of Sacrifice, Memoirs of the Peabody Museum of and
Ethnology, vols. XI-XII, Harvard University,
Cambridge, 1957.
Rafael
Cobos. Profesor investigador de la Universidad Autónoma de Yucatán. Doctor por
la Universidad de Tulane, Nueva Orleáns. Ha realizado investigaciones en
Chichén Itzá y la costa norte de la península de Yucatán.
Lilia
Fernández Souza. Profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán.
Doctora por la Universidad de Hamburgo, Alemania. Ha trabajado en Chichén Itzá
y numerosos sitios del norte de la península de Yucatán.
Tomado
de Cobos, Rafael y Lilia Fernández Souza, “Procesiones en Chichén Itzá”, Arqueología Mexicana núm. 131, pp. 66 – 71.
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