Publicado el Miércoles, 7 septiembre 2016 | por Agencia Tzacapu
El grupo tarasco o
purépecha se localiza en el estado de Michoacán, en un área que abarca la
Meseta Tarasca, el lago de Pátzcuaro, la Ciénaga de Zacapu y la Cañada. Se
trata en su mayoría de campesinos-artesanos con determinadas formas de
organización y estructuras sociales que reflejan su vida económica, política,
religiosa, así como su particular sistema de valores.
Para hablar de la
muerte y los muertos entre los tarascas es necesario hacer un breve análisis
sobre la concepción de estos fenómenos y las diferentes manifestaciones que han
tenido en el desarrollo histórico de este pueblo.
Para los antiguos tarascos o purépechas, la vida alcanzaba su fin con la
muerte. En lengua purépecha, morirse se dice uirucumani, literalmente “yacer
con Uhcumo” o “yacer en silencio”. Concebían el universo en tres partes: la
primera, Avándaro, correspondía al firmamento; la segunda, Echerendo, se
encontraba en la tierra, y la tercera , Cumiehchúcuaro, pertenecía a la región
de los muertos, localizada debajo de la tierra.
Cada región estaba
habitada por diferentes dioses: en el firmamento los dioses estaban
representados por los astros y las aves, y en las dos restantes, los dioses
terrestres y de la muerte tenían apariencia de hombres y animales.
La deidad más importante era el fuego, Curicaueri, de ahí que toda la vida
religiosa girara en torno a las hogueras. En ellas se quemaba todo tipo de
ofrendas y salía el humo que subía a los cielos, humo que era el contacto entre
los seres humanos y la divinidad.
El cazonci era el
supremo sacerdote y el representante de dios en la Tierra; por ello su cadáver
merecía el honor de ser quemado como ofrenda máxima al fuego y, probablemente,
también para reincorporado a su calidad de ser omnipotente.
Tomado de Dora Sierra Carrillo, “La muerte entre los tarascos”, Arqueología
Mexicana, núm. 58, pp. 62-69.
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