Xibalbá, el inframundo
que describe la mitología maya, es en realidad un increíble laberinto de ríos
subterráneos que horadan la península del Yucatán. El Yucatán carece de ríos y
lagos, pero los mayas creían que los pozos subterráneos de agua dulce
diseminados por el territorio eran portales sagrados hacia este inframundo.
Actualmente se está llevando a cabo la exploración de la civilización
subacuática maya y ahora se sabe que el inframundo fue creado por una serie
irrepetible de fenómenos naturales.
Existen miles de
entradas al inframundo de Xibalbá escondidas entre el denso follaje del
Yucatán. Estos portales sagrados que conducen a la civilización subacuática son
en realidad sumideros de agua conocidos como “cenotes”, una transliteración al
español de la palabra maya dzonot. Estos aljibes subterráneos fueron creados
por la lluvia, que fue erosionando lentamente el lecho de piedra caliza y
formando grutas subterráneas. Con el tiempo, las bóvedas de estas cavernas
ceden y dejan al aire la oquedad natural que va desde pequeñas grutas a
completas redes de túneles.
Las grandes ciudades
mayas de Chichén Itzá y Mayapán, así como otras poblaciones menores, se
encuentran estratégicamente situadas junto a cenotes, pues no eran sólo parte
del inframundo maya, sino también su fuente principal de agua potable.
De acuerdo con la mitología,
el inframundo maya estaba gobernado por los doce dioses de la muerte, conocidos
como los Señores de Xibalbá. Su corte se encontraba bajo la superficie de la
tierra y los dos principales era Hun-Camé (Uno-Muerte) y Vucum-Camé
(Siete-Muerte). El resto de los señores era demonios que trabajaban de dos en
dos, cada par encargado de un tipo específico de tormento humano: la
enfermedad, el hambre, el miedo, la indigencia, el dolor y la muerte.
Según el Popol Vuh, el
libro de mitos mayas, el inframundo era una auténtica civilización con diversas
estructuras que incluía un consejo para los Señores, casas, una cancha de juego
de pelota, jardines y edificios sagrados que indican que la civilización bajo
las aguas era una gran ciudad. Los visitantes tenían que sortear grandes
obstáculos, retos y trampas antes de llegar. Una vez ahí, los Señores los
pondrían a prueba en una de seis mortíferas casas, donde o superaban la prueba
o eran condenados a muerte.
A los gobernantes del
inframundo maya se les rendía culto. Pero la civilización de la superficie
empezó a engañar a los soberanos de Xibalbá con falsos sacrificios. Dice el
mito que dos héroes gemelos maya fueron capaces de Xibabla y derrocar a sus
señores. Incluso tras la caída de Xibalbá, el sombrío inframundo maya siguió
siendo mencionado en la mitología.
Actualmente la zona es el centro de un proyecto de investigación de
arqueología subacuática que está estudiando y haciendo mapas estas grutas
acuáticas. Los buceadores han encontrado restos de seres humanos, animales,
platos, cuencos y otros signos de sacrificios a los dioses de Xibalbá. La
mayoría de los sacrificios maya precisaban agua de los dioses subterráneos.
La Plaza de Santo Domingo, en el Centro Histórico de la Ciudad de
México, ha quedado marcada como "SITIO DE MEMORIA DE LA ESCLAVITUD",
con una la placa conmemorativa develada en el marco del Día Internacional del
Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición. Es, ante todo, un acto de
memoria y de respuesta a la deuda histórica que tenemos con las poblaciones
africanas y afrodescendientes.
De acuerdo con diversos estudios, se estima que
a México arribaron alrededor de 250,000 niños, mujeres y hombres de distintas
regiones del continente africano para dedicarse a un sinnúmero de actividades
en haciendas agrícolas y ganaderas, en obrajes y talleres artesanales, así como
en el servicio doméstico de casas, conventos y hospitales.
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