Autores: Ilán Leboreiro, Josefina Mansilla, Fabienne de Pierrebourg, Christophe Moulherat
Se
puede decir que en vida, la “Momia Tolteca” fue un personaje importante de su
comunidad ya que en la antigüedad, para poder ostentar tatuajes de tal calidad
estética, quizás de tipo mágico-religioso y realizados con esa técnica, era
necesario poseer cierta jerarquía dentro de un grupo.
El ser humano, al igual que cualquier otra especie animal, se ha
expresado de múltiples formas por medio de su cuerpo, incluso antes de
desarrollar un lenguaje fonético. Podemos reconocer visualmente estados de
ánimo como la ira, la tristeza, la felicidad, el aburrimiento, etcétera. Así
también aprendemos a reconocer y a expresarnos ante múltiples situaciones
afines o discordes a nuestro grupo social. Al evolucionar nuestra especie,
tanto biológica como culturalmente, desarrollamos innumerables y complejos
sistemas de comunicación verbal y no verbal. Entre los últimos, el tatuaje es
una de las formas de expresión y de modificación corporal más antiguos que nos
han acompañado a lo largo de nuestra historia.
El
tatuaje en momias
Existen diferentes implicaciones o intenciones del tatuaje;
indican ritos iniciatorios, funcionan como protectores contra enfermedades o
magia negativa, dan un sentido de pertenencia jerárquica dentro de una
comunidad, narran sucesos míticos o bien de la vida personal del que los porta,
entre muchos otros.
La práctica de tatuarse la piel en la antigüedad no fue común a todas las
culturas del mundo, sin embargo, se han hallado momias humanas con tatuajes en
diferentes puntos del planeta, incluido México.
Probablemente el ejemplar más antiguo hasta el momento
descubierto sea “Ötzi” o “el hombre de hielo”. Se trata de la momia de un
hombre adulto (de unos 45 años de edad) hallado en 1991 en el valle Otz, en los
Alpes Italianos, a 3 210 msnm. Murió hace unos 5 300 años y pertenece a la Edad
de Cobre europea.
Sobre el cuerpo de Ötzi se encontraron más de 50 tatuajes en
forma de rayas paralelas y en forma de cruces. Al parecer se trata de tatuajes
de tipo terapéutico, es decir, carecen propiamente de una simbología
mágico-religiosa. Los estudios radiológicos demostraron que en vida el
individuo padeció osteoartritis y los tatuajes parecen coincidir con los puntos
corporales sometidos a esfuerzo que le causaban fuertes dolores.
En 1993 en la Meseta de Ukok, en la Rusia siberiana, se halló la
momia de una mujer joven de aproximadamente 25 años de edad. Conocida como la
“princesa Ukok” o “la dama de hielo”, fue inhumada hace unos 2 500 años.
Presenta numerosos y elaborados tatuajes zoomorfos en buena parte de sus
brazos, hombros, piernas y manos, que tenían un sentido mágico-protector y de
pertenencia.
En el continente americano, en especial en la región andina de
América del Sur (Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y Argentina), se ha descubierto
un importante número de momias tanto de tipo natural (por efecto del medio
ambiente) como artificial (resultado de una intervención humana), que se
encuentran entre las más antiguas del mundo, algunas de ellas con tatuajes.
En el México prehispánico, tatuarse la piel fue una práctica que
se extendió desde las culturas del norte hasta los mayas en la península de
Yucatán, y existen numerosas referencias históricas sobre el tema.
A pesar de las referencias escritas y de las representaciones de
tatuajes en códices, cerámica y piedra, la evidencia física es verdaderamente
escasa. La más contundente hasta el momento es la de una momia estudiada por el
arqueólogo Leopoldo Batres hacia 1889
Leboreiro, Ilán, Josefina Mansilla, Fabienne de Pierrebourg,
Christophe Moulherat, “Momias y tatuajes”, Arqueología
Mexicana núm. 121, pp.
25-29.
• Ilán Leboreiro. Maestro en antropología y postulante a doctor
por la UNAM. Investigador de la Dirección de Antropología Física del INAH.
• Josefina Mansilla. Doctora en antropología por la UNAM.
Investigadora de la Dirección de Antropología Física del INAH.
• Fabienne de Pierrebourg. Dra. en prehistoria, etnología y
antropología por la Universidad de Paris I-Panthéon-Sorbonne.
• Christophe Moulherat.
Dr. en prehistoria, etnología y antropología por la Universidad de Paris
I-Panthéon-Sorbonne.
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