En las primeras décadas del siglo XVII, el
jesuita Pérez de Rivas describe, según le habían contado, cómo eran los grupos
nómadas que ocupaban la costa de las recién conquistadas regiones del
septentrión novohispano. Desde mucho tiempo antes de la penetración española a
esta vasta área, entre Punta San Antonio, en las inmediaciones de la Bahía de
San Carlos, en Guaymas, y un poco más al norte de Puerto Lobos, en la
desembocadura del río de la Concepción, se extendía el territorio tradicional
de los comca'ac, “la gente”, conocidos históricamente como seris. Ocupaban
también las islas Tiburón y San Esteban, como lo atestiguan las numerosas
evidencias arqueológicas, y mantenían relaciones de intercambio con sus vecinos
agricultores de la tradición Trincheras.
Resulta difícil establecer con certeza desde cuándo
ocupaban esta área. En distintos sitios arqueológicos costeros se han encontrado
evidencias muy antiguas de cazadores asociadas a las puntas llamadas Clovis.
Sin embargo, podemos considerarlos a partir de 700 d.C., con la aparición en el
registro arqueológico de una cerámica diagnóstica llamada Tiburón Lisa o
“cáscara de huevo” por su dureza y extrema delgadez.
Los cornea' ac habitan un desierto costero que
cuenta con una gran diversidad de especies animales y vegetales, a las que
vienen a sumarse las especies marinas del Golfo de California, cuyo potencial
de explotación hasta fechas recientes era muy elevado. Numerosos sitios del
tipo “concheros”, formados por densas acumulaciones de valvas de moluscos y
desechos de otras especies se extienden a lo largo de la línea de costa. El
aprovechamiento de las dunas para la construcción de refugios temporales con
ramas de acotillo (Fouqueria splendens), o las cuevas y abrigos en las islas
Tiburón y San Esteban casi siempre están asociados con las cerámicas
mencionadas.
Tomado de María Elisa Villalpando C, “Comca’ac. La
gente del desierto costero”, Arqueología Mexicana, núm. 6, pp. 53-56.
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