Entre 1800 y 1600 a.C. San Lorenzo, Veracruz,
era una aldea en la que las viviendas típicas contaban con apisonados, paredes
de tierra y techos de palma. A partir de 1600 a.C., cuando el sitio
creció en tamaño y complejidad, las viviendas de la elite se distinguían por
tener pisos rojos, hechos con pigmentos importados que se extrajeron de minas
profundas ubicadas a 15 km de distancia. Además de los tradicionales
apisonados, las superficies preparadas con grava y arena y los muros de tierra
compactada, surgieron estilos novedosos de construcción que incluyeron el uso
de rocas de origen local y otras importadas.
La bentonita, una roca sedimentaria que aflora en
las colinas de las llanuras costeras, se utilizó para los pisos de las
viviendas debido a su cualidad impermeable, que ayudaba a mantener las
estructuras libres de humedad. Los olmecas reconocieron el potencial y las
limitaciones de este material y sólo lo utilizaron en pisos, muros de
mampostería de baja altura, plataformas pequeñas y fachadas de templos.
Después de 1200 a.C. destaca el uso de rocas
basálticas, lajas de calizas y arcosas, de origen costero, para crear elementos
arquitectónicos distintivos en viviendas de lujo. Estos elementos, a veces de
tamaño monumental, son indicio de la necesidad de una mano de obra extra
familiar para poder trasladarlos al sitio y colocarlos en las viviendas.
Tomado de Ann Cyphers, “Las unidades domésticas
olmecas”, Arqueología Mexicana, núm. I40, pp. 36-40.
No hay comentarios:
Publicar un comentario