En el
Preclásico Tardío (400 a.C.- 200 d.C.) se consolidó en varias regiones la
práctica de elaborar esculturas de gran formato cuyo fin esencial era la
exhibición pública de temas relacionados con la religión y el gobierno. El
ejemplo más notable es la cultura de Izapa, Chiapas, un sitio
en el que, además de una abundante arquitectura pública,
hay un numeroso conjunto de esculturas que marcan el inicio de la tradición del
complejo estela-altar, antecesor del que fue común entre los mayas del Clásico.
De hecho, algunos autores consideran que la cultura de Izapa es una transición
entre las culturas olmeca y maya. El apogeo de Izapa ocurrió entre 500 a.C. y
100 d.C., cuando se construyeron la mayoría de los edificios y plazas y se
esculpieron más de 50 monumentos. Al parecer, el surgimiento de Izapa está relacionado
con el pródigo ambiente en que se encuentra; además estuvo situada en un lugar
que le permitió controlar la red de comercio regional que existió en el periodo
olmeca. Después de este apogeo, Izapa permaneció como un asentamiento menor por
cerca de 1400 años, hecho que parece estar asociado a que los monumentos de
Izapa siguieron siendo apreciados y que el sitio, de algún modo, era lugar de
peregrinación. Las estelas de Izapa fueron grabadas con complejas escenas
simbólicas, en un estilo que preludia el de los mayas, aunque prácticamente no
contienen numerales o glifos. El motivo más usual en las escenas son seres
humanos y animales. En algunas se muestran gobernantes ataviados como deidades
realizando actividades rituales, como el ofrecimiento de sangre o incienso, en
otras se observan escenas míticas que serían comunes en el arte de épocas
posteriores.
Tomado de Enrique Vela, Arqueología Mexicana,
Especial 34, Culturas prehispánicas de México.
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