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2 Entrevista Villa-Zapata, Xochimilco, D.
F., diciembre de 1914.
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3 Archivo General de la Nación, Fondo Genovevo de la O, caja 14, exp. 3-6; entrevistas
realizadas po (...)
8Emiliano Zapata,
hombre de 31 años en 1911, charro afamado, rebelde probado desde la
adolescencia —él mismo declaró en 1914 que se había iniciado en las lides
políticas cuando tenía 18 años2— se alzó en
armas en favor de un norteño hasta entonces desconocido en una aventura que se
antojaba imposible: derrocar a Porfirio Díaz. Al principio como caudillo
regional que movilizó a sus coterráneos a través de los mecanismos campesinos
de alianzas familiares y lealtades locales, Emiliano Zapata pronto fue
reconocido por los “alzados” de otros pueblos como su dirigente principal.
Desde entonces comenzaron a tejerse las finas y resistentes redes que
conformaban al Ejército Libertador del Sur, partiendo de las bases del
parentesco. Pues pareciera ser que la guerra, como lo hicieron antes las
necesidades organizativas para la producción pueblerina, mueve los mecanismos
secretos de las familias extensas de campesinos. Lazos de parentesco,
compadrazgo y amistad, así como el de obligaciones religiosas y de política
interna, anudaron los hilos del respeto, la solidaridad y la afinidad de
intereses: esta lógica nos descubre a la dirigencia del Ejército Libertador en
el centro de Morelos como una familia investida de poderes; se reconocen, así,
a jefes y sus ataduras con el jefe “Miliano”: Eufemio Zapata, hermano; general
Amador Salazar, primo; general Antonio Barona, compadre; general Otilio
Montaño, compadre; general Felipe Neri, compadre de Amador Salazar; mayor
Maurilio Mejía, sobrino; general Serafín Plascencia, compadre.3 Esta
guerrilla familiar hacía que hasta mediados de 1912, los rebeldes campesinos de
las zonas periféricas al centro de Morelos fueran independientes de Zapata. De
la O, Pacheco, Mendoza y Ayaquica se ligaron al zapatismo a través de sus
contactos con Eufemio Zapata, con Amador Salazar o con Felipe Neri. Se sellaban
así las lealtades personales que luego explicarían algunos de los conflictos
por zona con los que se enfrentaría el Cuartel General.
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4 Véase Jesús Sotelo Inclán,Raíz y
razón de Zapata,México, fce, 1970; John Womack, Zapata y la Rev (...)
9Aventuremos una
hipótesis: más que ser un “resabio” cultural prehispánico o colonial, el calpulli era una organización campesina
basada en relaciones ciánicas,4 al que la
guerra ensanchó y le dio movilidad: la defensa de la posesión comunal y de la
idea de pueblo que le era inherente se practicaron como parte de una misma
relación social. Fue por ello también que la represión militar exclusiva a
Villa de Ayala o a Anenecuilco fuera insuficiente para acabar con el zapatismo;
y no tanto por la rapidez de movimientos de Zapata y sus alzados, sino por la
extendida raigambre pueblerina de la rebeldía. De alguna manera, pues, para los
campesinos rebeldes el “jefe” Miliano era considerado cabeza de un clan que se
había ampliado; asumía el papel de un padre, y como tal era tratado.
10Cartas solicitando
protección y apoyo, no sólo a los pueblos sino sobre todo a las personas,
llegaron por miles a los Cuarteles Generales; en algunas la petición incluía
para el caudillo un recordatorio de sus obligaciones.
11La fama del “alzado”
morelense trascendió los límites de su terruño y los alcances de una rebeldía
local y débil, llegaron hasta Puebla, el Distrito Federal, el Estado de México,
Guerrero, Tlaxcala e Hidalgo, de donde muchos hombres del campo fueron al cerro
del Aguacate, en Morelos, para ponerse a sus órdenes. La ruptura del
campesinado centrosureño con el Estado fue temprana: ya desde 1911 el ejército
federal recibió noticias de que en la región “hasta los perros son zapatistas”
y durante años eso fue realidad.
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5 Vicente Vértiz a la Secretaría de
Fomento, mayo 31 de 1912. AGN, Secretaría
de Gobenación, Asuntos (...)
12Los mecanismos de
sustitución de autoridad funcionaron de manera rápida y natural, el papel del
gobierno como dirigente de los pueblos desapareció con todos los símbolos que
le eran y son inherentes. El ser padre, juez, protector, jefe, etcétera, recayó
en la figura del caudillo. ¿Qué tenía de especial ese hombre? ¿Quién era ese
Zapata?, se preguntaron los hacendados cañeros de Morelos y Puebla; no lo
sabían con exactitud, aunque si vislumbraban su peligrosidad. Uno de los dueños
de haciendas de Morelos, enojado, escribió que un viejo campesino dijo, en
agosto de 1911, que “no sabía que hubiera más gobierno que el de Emiliano
Zapata, y que a él obedecía”.5
13Muy pronto se conoció
la bandera que respaldaba las acciones del hombre. A fines de noviembre de 1911
se esparció la noticia de la firma del Plan de Ayala en el que se prometía
devolver las tierras a los pueblos despojados por las haciendas, y desde
entonces —los archivos lo demuestran— las cartas enviadas al jefe pidiendo se
les hiciera justicia y se les devolvieran tierras, se les redujeran rentas, o
pagara mejor por lo cosechado, fueron abundantes. También llegaron las que
exigían respetar las creencias, autorizar una procesión religiosa al inicio de
la temporada de lluvias, etcétera. Símbolo de poder dispensador, Zapata recibía
su fuerza del apoyo de los mismos pueblos y de ahí lo delegaba a sus
representantes en los municipios y en los cuarteles regionales: repartía el
poder, se podría decir. Y es que la rebeldía campesina era el mecanismo de
desautorización de un orden impuesto por no campesinos, por catrines y hombres
“de razón” urbanos; con la protección y dirección del jefe-padre y de su
Ejército Libertador, empezó la construcción de una historia propia de la
Revolución en los pueblos centrosureños.
14Para la memoria
popular, el signo Zapata cambió todo: al tiempo, al mundo, a la gente. Nada
continuó sin transformación. El porfiriato era un tiempo liquidado por la
presencia del Caudillo símbolo de la Revolución: era el inicio de una época
nueva. La persona del jefe Zapata cambiaba los entornos de las haciendas y de
las poblaciones. Su mera presencia inventó lo que hoy llamaríamos una novedosa
geografía histórica, con paisajes revalorados. El carácter sumiso del campesino
ante lo imponente de los trapiches modernos y de los capataces de las haciendas
cañeras se convirtió, desde 1911 hasta 1920, en actitud rebelde ante un mundo
reapropiado. “En ese lugar durmió Zapata”; “por esta calle pasó con su
caballo”, se recuerda. Y es que, además de que el prestigio que se le atribuyó
rebasaba los límites temporales del movimiento —un predestinado que se
comprometió con su padre a recuperar las tierras que la hacienda de Hospital le
había despojado años antes de la Revolución— la fama de Zapata creció y se
enriqueció durante nueve años de lucha. En gran parte sus características
personales fueron adquiriendo rasgos particulares, mezcla de fantasía popular
caudillesca decimonónica y de los atributos de los hombres-dioses de raíz
prehispánica, aunque sin perder el sabor de la cotidianidad rural de principios
del siglo xx. Al igual que muchos de sus seguidores, Zapata era centro
de explicaciones que destacaban una personalidad poco común. Así, por ejemplo,
se le atribuyeron pactos con el diablo, o ser poseedor de secretos inaccesibles
al común de la gente —como el de saber la ubicación de tesoros fabulosos—, al
mismo tiempo que participaba de los elementos propios de los “héroes” de la
tierra, inventor de la libertad campesina, poseedor de un doble” que se
sacrificaría por él, etcétera.
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6 Entrevista a Bibiana Guerrero, realizada
por Laura Espejel-Adolfo García Videla-Salvador Rueda, Cu (...)
15Todo lo que usaba y
cómo lo usaba tenían una explicación de identidad personal y de uso diario: el
gazné de color claro, el medallón de oro en el pecho, la báscula romana en la
bolsa del chaquetón, los arreos charros, los galones plateados en el sombrero y
los adornos del pantalón, los múltiples anillos, su gusto por los caballos
finos y las fiestas taurinas. Hay quien afirma que su prestigio de “macho
motivaba gran parte de sus actitudes, de acuerdo con la situación, a la mujer,
a la comida o al lugar donde dormiría, y seguía maneras, protocolos y vestido
apropiados. Así, por ejemplo, más de medio siglo después, una anciana de
Cuahuixtla narraba que todas las muchachas “se querían ir con él”.6 Lo cierto
es que en la memoria de los campesinos, a Zapata se le tiene como un hombre que
extendió su prestigio al espacio que lo envolvió: los lugares fueron —y son—
importantes porque Zapata estuvo en ellos. El hombre y sus actitudes se
volvieron simbólicos.
16Fue el 10 de abril de
1919 cuando los deseos de acabar con Zapata, sorpresivamente, se realizaron. La
tan anunciada pacificación de las montañas sureñas parecía posible, pues el
“Jefe Miliano” por fin había caído, pero la muerte del caudillo originó una
polémica periodística — verdadera batalla campal de papel y tinta— que deslindó
posiciones políticas en el interior del carrancismo. La contienda electoral que
buscaba sucesor a Carranza se valía ahora del rebelde sureño como un arma
discursiva: la gloria militar y la presidencia de la República estaban en
juego. Ello, además, y tal vez también sorpresivamente, dio pie a la creación
de los adjetivos que acompañarían a Zapata en el camino de su heroificación y
su significado nacional.
El hombre, el mito y el símbolo
17La muerte de Emiliano
Zapata no significó únicamente la desaparición de un hombre molesto para el
gobierno de Carranza. De hecho, el asesinato del caudillo se resolvió en la
personificación de dos concepciones de la historia y de la realidad distintas;
asimismo, condicionó la conversión de los campesinos rebeldes en campesinos
base política consensual del estado. Por un lado, la primera concepción, la de
los hombres del campo del centro de Morelos, convirtió a Zapata en un héroe
trágico: no murió él sino su doble, su “nahual” si pensamos en un significado
de raíz indígena; el “verdadero” se “chispó (huyó) a un lugar lejano, y regresa
de vez en cuando. Es un héroe que, como el Heracles griego, terminó sus
“trabajos” y, aunque vivo, ya no tiene función en la tierra.
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7 Entrevista con Serafín Plascencia,
realizada por Laura Espejel y Salvador Rueda en la ciudad de Mé (...)
18Veamos. Desde la
exposición misma del cadáver de Zapata en Cuautla comenzaron las dudas entre
los testigos: que Zapata no era tan gordo; que a Zapata le faltaba el dedo
meñique (que perdió en una charreada), mientras que el muerto los tenía
completos; que Zapata tenía una cicatriz de una cornada en un costado y un
lunar en forma de manita, mientras que el hombre expuesto no tenía nada,
etcétera. A la duda siguió la respuesta explicativa cuyo contenido —además de
tranquilizar a sus seguidores— redondeaba el naciente mito: sabedor de la treta
de los carrancistas Pablo González y Jesús Guajardo, Zapata no fue quien entró
a la hacienda de Chinameca el fatídico 10 de abril, sino que un compadre que se
le parecía lo sustituyó —¿el que era “como su caricatura” del que hablaron los
exzapatistas? El “jefe” se “chispó” con otro compadre, un árabe, que se lo
llevó a Arabia, “donde lo tratan como rey”, “retirado a la vida privada”. El
mito, en fin, ubica sus espacios en una geografía propia, la Arabia imaginada
por los campesinos, perteneciente a un mundo que tiene sus distancias
particulares, se hallaba lejos y cerca: lejos, porque era un lugar inaccesible
para los profanos, y cerca porque de vez en cuando el “jefe” “bajaba” a Jojutla
(o a Jonacatepec) disfrazado de vendedor de cacharros —“a venderlos, no a
regalarlos”, aclaraba un ex zapatista—, sin bigote, vestido de paisano, a pie o
en coche, para ver cómo estaban sus hermanas y amigos. Muchos lo vieron —los
más por medios rituales espiritualistas—, otros lo supieron y aceptaron. Hasta
hace poco más de diez años, decían los viejos: “Zapata ya murió, pero de muerte
natural, por allá lejos, en la Arabia que lo asiló”. Las siguientes versiones
de veteranos Zapatistas pueden servirnos de ejemplo. Don Serafín Plascencia, de
Villa de Ayala, narró: “Ya quedaron Guajardo y Zapata como compañeros, pero ya
la traición era para él, para Zapata (...) Había un compadre que sabía que lo
iban a fusilar a Zapata y entonces ese compadre fue y le dijo allá en la Piedra
Encimada: Compadre, vengo a morir por ti; nomás te encargo a mi mujer. Me haces
favor de darme tu traje, tu sombrero, tus espuelas y el caballo. Y ahí estuvo
lo bueno. Entonces estaba un árabe, compadre del general Zapata y le dijo: Pus
no más nos pelamos. Y pelaron gallo. Se fueron para Arabia. Bueno, total que se
escapó el general Zapata”.7
·
8 Entrevista realizada con Agapito
Pariente Aldana, realizada por Alicia Olivera en Tepalcingo, More (...)
19Don Agapito Pariente,
de Tepalcingo, por su parte dijo: “Pues se salió de allá, que se chispa y se
va. Se fue a la vida privada como el profeta Moisés, ¿Usted no ha leído las
Escrituras? Porque Moisés sacó a sus hijos de Egipto, los dejó unos días y se
alejó para la Tierra Santa. Y pues yo digo que así ha de haber sido”.8
·
9 Entrevista con Feliciano Trejo Torres,
realizada por Salvador Rueda en Anenecuilco, Morelos, para(...)
20Don Feliciano Trejo,
de Anenecuilco, platicó: “Nomás se desapareció de allá de Sarabia y se fue para
el rumbo del mar, allá a una isla que se llama Chicoapan (...) Y yo estoy
convencido de que Zapata no era muerto, porque tengo unos versos que hablan de
eso”.9
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10 Entrevista con Ángel Abúndez, realizada
por Carlos Barreto y Salvador Rueda en Cuautla, Morelos, p (...)
21Otros relatos lo
mitifican, aún con la aceptación de su muerte en Chinameca. Don Angel Abúndez,
del Higuerón, nos proporcionó esta versión: “Los hombres que son hombres deben
morir para demostrar la hombrada. Entonces, para mí es muerto, porque demostró
que él murió como Jesucristo; él murió para defender a la gente, y Jesucristo
así lo hizo, y es que designó su vida para que los demás se salvaran (...) Si
no hubiera muerto, la cosa no valdría”.10
·
11 Entrevista con Macedonio García Ocampo,
realizada por Laura Espejel y Salvador Rueda de Juchitepec (...)
22Zapatistas de las
zonas periféricas a Morelos, curiosamente, no compartieron el mito, aunque lo
conocieron desde sus orígenes. Para ellos su raíz era meramente retórica: El
capitán zapatista don Macedonio García, de Juchitepec, México, expresó: “Pero
sí, él fue muerto. Eso de que no fue muerto nos decían únicamente por consuelo,
para que la gente no se desmoralizara. Pero él fue muerto, nadie muerto más que
él”.11
·
12 Entrevista con Próspero García Aguirre,
realizada por Laura Espejel y Salvador Rueda en Tlatenchi, (...)
23La imaginación y el
deseo ampliaron la no-muerte del caudillo. Don Próspero García, general
zapatista, de Jojutla, comentó: “...se me arrima el viejito que estaba a mi
lado, ya blanco como yo, y dice ¿qué, usted fue zapatista? y yo también le iba
a responder mal, pero al verlo y siempre me detuve por la edad ¿verdad?, le
digo sí, ¿por qué? —Dice: Zapata vive, y ya terminó su carrera, su primaria,
está estudiando para licenciado. Luego que termine su carrera, viene”.12
·
13 Entrevista con Irene Copado viuda de
Reyes, realizada por Alicia Olivera en Calimaya, Estado de Mé (...)
·
14 Para relación de características
simbólicas y de poder entre los hombres-dioses y los caudillos ca (...)
24Otras versiones, no
morelenses, como la que una anciana de Calimaya platicó a mediados de los 70,
hacen de Zapata un hombre que, al morir, reencarnó en Santiago Apóstol, a quien
en las noches se ve cabalgar con su gran sombrero y en su caballo blanco
“cuidando al pueblo”.13 Quedaba
así explicado el final de la vida de este héroe (hombre dispensador de poder)14 en la que
la participación de los jefes-compadres era medular. La valoración campesina
del compadrazgo cerraba un ciclo de relación social; básico en la cotidianeidad
de la producción agrícola, vértebra de la organización y expansión de la
guerrilla, la liga de compadrazgo servía de puente en el último y fundamental
acto vital del héroe. El hecho y su simbología son, en fin, partes indivisibles
de una misma lógica, de todo un sistema de lo imaginario que es practicado, es
decir realizado, todos los días en sociedad campesina centro-sureña.
El héroe y el signo
25Los acontecimientos
abrían brecha al proceso de heroificación, a la historiapost mortem de Emiliano Zapata. El
movimiento de Agua Prieta y la caída de Venustiano Carranza en 1920 afianzaron
al “grupo Sonora” en el poder. La alianza establecida por Alvaro Obregón con
los guerrilleros zapatistas aún en armas (Genovevo de la O, Francisco Mendoza,
Adrián Castrejón, Everardo González, etcétera) fue el paso político clave en la
llamada “unificación revolucionaria” para integrarlos al nuevo gobierno y
absorber sus demandas, ya no como exigencias rebeldes sino como proyecto
revolucionario nacional. La subversión campesina se convirtió así en oposición
a los mismos enemigos del gobierno (hacendados, latifundistas, etcétera).
·
15 Discurso de Alvaro Obregón en
Cuernavaca, reproducido en el folletoComité Nacional Pro-homenaje I (...)
26De este modo, la
muerte del rebelde se convirtió en martirio del héroe. Borró el estigma del
delincuente, bandolero y azote de la civilización, volviéndolo luchador justo e
incorruptible, no subversivo. Como contraparte, la muerte de Zapata, para el
campesino, sólo vino a redondear el valor que en vida poseía, representaba y
legitimaba. Se gestaba la canonización, con la absolución estatal, de un lado,
y el orgullo campesino del otro. El mismo Obregón hizo “suya” la rebeldía
zapatista como germen del nuevo estado y calificó a Morelos (y a los
morelenses) de “modelo que citamos los gobernantes, cada vez que se necesita un
ejemplo, a otros estados que empiezan a equivocar su misión”.15
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16 El Demócrata, 10
de abril de 1922.
27El Demócrata, el mismo periódico que festejó la muerte del Atila del Sur en
1919, entendió perfectamente el cambio. Así, en 1922 publicó: “.. los hombres
que, como Emiliano Zapata, alzando su figura por encima de la humanidad,
alentados por ideas sublimes y magnánimas, ofrecen su sangre, su vida y todo
cuanto valen, en aras de las aspiraciones comunes, olvidándose de sí mismos,
desprendiéndose de los atávicos egoísmos de los insolentes y convirtiéndose en
apóstoles de altísimos ideales”.16
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17 El Universal, 17
de abril de 1919.
28La prensa hacía
borrón y cuenta nueva de sus opiniones; sólo algunos recordaban —deseaban
recordar— que poco antes se calificó de “profanación enorme” al hecho de querer
“hacer un mártir del impenitente bandolero, de levantar altares al criminal
feroz”, “labor solamente comprensible en los medrosos politicastros”.17 Nadie en
su sano juicio —a excepción hecha claro está, de sus opositores— se atrevería,
en 1922, a calificar públicamente a Obregón de medroso politicastro. Y para
estas fechas se comenzaba a construir el panteón de héroes revolucionarios; en
ese momento, la figura de Zapata se perfilaba como la abanderada histórica de
una política agraria que rebasaría los ámbitos regionales para volverse
proyecto nacional. Zapata, héroe trágico como el Dionisos griego, dejó de ser
peligroso a la ciudad cuando se le incorporó a los misterios, al rito oficial.
Cambió su figura monstruosa, incontrolable, del rebelde real, por la armónica,
identificable, del héroe plástico. Cambió también su esencia dolorosa de hombre
de carne y hueso. Se transformó dentro del ritual en hombre de naturaleza
apacible aunque con un dejo temible de fuerza contenida. Se olvidó al hombre
intransigente en favor del mártir ubicable, “pintable”, obra de arte que
cabalga en un caballo que vuela sin moverse de su lugar. Y Zapata fue el Atila
mientras amenazó a la ciudad, y se hizo héroe cuando la ciudad sometió
nuevamente al campo, cuando le ganó la guerra. Se domesticó el peligro al
convertirlo en símbolo positivo, constructor de lo que no quería, olvidando su
realidad esencial del destructor que desea crear algo distinto. Se purificó al
subversivo y se erigió al héroe “frontera”. El Zapata domesticado es el límite
tolerado en la oposición, no en balde, en los años 20 y en 1953, durante las
conmemoraciones de su muerte el 10 de abril, se hicieron críticas a quienes
trataron de salir de la “familia revolucionaria” para oponerse a los candidatos
oficiales y gobernantes en turno. Pues la naturaleza paradójica de Zapata como
discurso lo ha hecho conjuro ante las crisis políticas y sombra terrible
durante las crisis económicas. En las primeras, pone los límites a quienes
suponen otro orden trasluciendo la pluralidad de un sistema que acepta aún al
rebelde por antonomasia; en las segundas, como contraparte, recuerda el
significado del descontento popular.
·
18 El Universal, 11
de abril de 1924.
29Pero Zapata también
fue punta de lanza contra los tradicionales enemigos de la Revolución. El 10 de
abril de 1924, el entonces candidato Plutarco Elias Calles declaró: “Y ahora
una vez más es necesario que sepa la reacción mexicana y la reacción extranjera
que yo estaré siempre con los principios más avanzados de la humanidad. Que
sepa una vez más que ese programa revolucionario de Zapata, ese programa
agrarista es mío”18
30Por otro lado, desde
la misma década de los 20, la figura del rebelde sureño sirvió para dar nombre
a organizaciones y lugares. Por ejemplo los de las Ligas de resistencia de
Yucatán y Campeche en 1922, o el del municipio tabasqueño de Montecristo que en
1927 fue cambiado por el del actual Emiliano Zapata. Y esta tradición
continuaría hasta nuestros días, en el que ejidos, el ingenio de Zacatepec,
organizaciones políticas estudiantiles y campesinas y calles citadinas llevan
el nombre del héroe. También entonces se cambió el lema zapatista de “Reforma,
Libertad, Justicia y Ley” por el famoso, pero apócrifo, de “Tierra y Libertad”.
·
19 Comité Nacional Pro-homenaje, op. cit.
·
20 Ibidem, Carlos
Sierra hizo una buena relación de la historia de Zapata-símbolo agrarista.
Sierra r (...)
31En 1931, cuando ya no
había dudas sobre la autenticidad heroica de Zapata, se creó el Comité Nacional
Pro-homenaje Integral a Emiliano Zapata, reuniendo las firmas de diputados,
gobernadores, delegados y del mismo pnr apoyando
la iniciativa de heroificación nacional. En ese año, en un folleto reeditado
varias veces, y con tirajes que hoy envidiarían varios periódicos, se dijo que
Zapata era el continuador de la obra de Hidalgo y de Morelos, “cabal heredero
del Indio de Guelatao”.19 También
se propuso al Congreso de la Unión que se nombrara al rebelde suriano
“Benemérito de la Patria” y que el 10 de abril fuese declarado “Día de Duelo
Nacional”. Además se pidió que se levantara una estatua que ocupara el lugar de
la ecuestre de Carlos IV (El Caballito) o que se pusiera en alguna glorieta del
Paseo de la Reforma; y, finalmente, que su nombre fuera escrito con letras de
oro en la Cámara.20
·
21 El Nacional, 11
de abril de 1940, citado por Carlos Sierra, op.
cit., p. 79.
32Pero sus contornos
finales fueron adquiridos durante el régimen presidencial del general Cárdenas.
Y fue en esa época cuando se equiparó la labor del presidente de la República
con los “trabajos” del héroe campesino. En 1940, por ejemplo, se dijo: “Lázaro
Cárdenas, que ha enriquecido con su obra la iniciada por Zapata, es el mejor
zapatista de México. Los que se oponen al desarrollo de su obra, los que se
oponen a ello, son traidores a su jefe”.21 En esa
misma ocasión, Vicente Lombardo Toledano explicó que la tierra había sido el
logro zapatista, mientras que la conquista del subsuelo había sido el del
cardenismo. La defensa de la recién adquirida riqueza petrolera mexicana se
trataba como parte de un solo proyecto revolucionario que cerraba filas ante el
inminente embate del enemigo externo. Vivos y muertos —en este caso Cárdenas y
Zapata— se unían en torno a un hecho histórico que se convertía en un largo
presente: las revoluciones del rebelde morelense en la década de los años 10 y
la del presidente michoacano en los 30 convergían en una sola Revolución
Mexicana.
33En ese entonces, el
caudillo suriano dejó de ser tan sólo un héroe rural y se universalizó a través
de las prácticas agraristas y nacionalistas de ese intenso régimen del
presidente Cárdenas, y a través, también, de los expositores más influyentes de
la época: los artistas plásticos. Con ello, Zapata se volvió un símbolo que
educaba dentro de un proyecto que hacía resaltar los elementos de identidad de
“lo mexicano”. De esta forma, olvidándose de la denigrante caricatura política
de la década revolucionaria, los grabados y dibujos con el tema Zapata (vivo,
muerto, a pie, a caballo), con letreros de “Tierra y Libertad”, del taller de la
Gráfica Popular y los Zapatas del muralismo, engrandecían su figura como la más
auténticamente revolucionaria y popular. Su función didáctica llegaba de manera
inmediata, a simple vista. Asimismo, se ajustaba a los ideales nacionalistas
con tema prehispánico o indígena, que le dieron al agrarismo zapatista ese aire
de atavismo indio que lo ha acompañado hasta hoy. También los escritores
participaron y en esa misma época Jesús Sotelo lnclán escribió su Raíz y razón de Zapata, obra histórica en la que el héroe
se explica como heredero de una añejísima tradición de posesión, uso y lucha
por la tierra. Zapata, desde entonces —y con la obra del que fuera general
zapatista, Gildardo Magaña, Emiliano
Zapata y el agrarismo en México— en la historiografía, la novela —una de
las últimas más o menos exitosa fue Emiliano, de Alejandro Iñigo—y el cine
—recuérdese Viva Zapatade
Elia Kazán, con guión de John Steinbeck, recientemente publicado en los Estados
Unidos (1975, 1991 y 1993) —ha encarnado diversas explicaciones, desde la
venganza ancestral indígena y el movimiento agrario de raíces prehispánicas,
hasta la rebeldía coyuntural y la hipotética vida después de huir de Chinameca
en abril de 1919.
·
22 Citado por Carlos Sierra,ibidem, p. 100.
34Los primeros años de
la década de los 50 evidenciaban una nueva escisión en la “familia
revolucionaria”. Nuevamente el héroe “frontera” y su fecha ritual servían de
conjuro. En 1949, en el xxx aniversario
de su muerte, y en 1950, el presidente Miguel Alemán encabezó los festejos. Para
el acto fueron reunidos expresamente los sobrevivientes revolucionarios de las
distintas facciones. Juan Barragán, excarrancista, dijo en aquella ocasión
(1950): “Este es para nosotros un testimonio de armonía y unidad
revolucionaria”.22 Pero en
1953 la tormenta divisionista aún no se había despejado. El 10 de abril de ese
año, en la ceremonia dedicada a Zapata y presidida por Adolfo Ruiz Cortines, el
orador y expresidente Emilio Portes Gil fue contundente:
·
23 Ibidem, p.
105.
Los enemigos de la
Revolución siguen siendo los enemigos de la Revolución (...) Yo clasifico a
esos enemigos del movimiento social mexicano en dos grupos: aquellos que por su
ideología retardataria y por sentirse herederos y representativos de las clases
privilegiadas, ven con amargura todo lo que tiende a innovar y a imprimir
nuevas modalidades al estado social, económico y cultural del país, y aquellos
que han renegado de su pasado revolucionario por no haber logrado satisfacer
sus ambiciones de lucro o de poder y que han sido inconsecuentes consigo
mismos, cometiendo todo género de claudicaciones (...) Es imperdonable que
(...) los renegados del movimiento progresista, se presten a ser instrumentos
conscientes de nuestros seculares enemigos y lleguen, generalmente cada seis
años, con motivo de la renovación de poderes federales, a cometer actos de
verdadera traición, sólo porque no logran satisfacer mezquinas ambiciones.23
35En las décadas de los
60 y 70 continuaron las tendencias: discursos políticos, estudios
historiográficos —como el de John Womack, Zapata
y la Revolución Mexicana, o
el de Adolfo Gilly, La
Revolución interrumpida, o
bien el de Arturo Warman, ... Y
venimos a contradecir. Los campesinos de Morelos y el Estado Nacional—
nuevas ópticas de investigación—como el programa de entrevistas coordinado por
Alicia Olivera—, festejos más o menos lucidos —como los del centenario del nacimiento
del héroe en 1979—, más bronces, una medalla conmemorativa y otras perspectivas
cinematográficas —que van desde el Zapata de Antonio Aguilar hasta el
documental testimonial de García Videla, de la Filmoteca de la unam—,
circulan un discurso que se ha hecho obligatorio y necesario a la vez. Su
nombre se recuerda en espacios tan disímiles como el de las luchas
contestatarias (desde la Unión Campesina Emiliano Zapata, fundada hacia finales
de los 70, hasta los indígenas zapatistas rebeldes de Chiapas a partir de 1994)
o una estación del metro. Con todo, el hombre, su signo y sus restos siguen
perteneciendo más a Morelos que a la Nación: por consenso regional (de la zona
zapatista de Morelos, Distrito Federal, Estado de México, Puebla y Guerrero) se
decidió que su tumba permaneciera en el centro de Cuautla. Respecto a una
realidad histórica todavía viva, Emiliano Zapata es el único héroe que no
descansa en el Monumento a la Revolución.
NOTAS
2 Entrevista
Villa-Zapata, Xochimilco, D. F., diciembre de 1914.
3 Archivo
General de la Nación, Fondo
Genovevo de la O, caja
14, exp. 3-6; entrevistas realizadas por Laura Espejel, Alicia Olivera, Citlali
Marino, Carlos Barreto y Salvador Rueda dentro del programa de Historia Oral
del inah (1974-1978).
4 Véase Jesús
Sotelo Inclán, Raíz y razón
de Zapata, México, fce,
1970; John Womack, Zapata y
la Revolución Mexicana, México,
Siglo xxi Editores,
1972. Para características del calpulli: Arturo Monzón, “El calpulli en la organización social de
los tenochcas”, México, UNAM, 1949; Alfredo López Austin, Hombre-dios,México, unam,
1973, p. 66 y ss.
5 Vicente
Vértiz a la Secretaría de Fomento, mayo 31 de 1912. AGN, Secretaría de Gobenación, Asuntos
Varios, 1911-1914,
exp. 298.
6 Entrevista a
Bibiana Guerrero, realizada por Laura Espejel-Adolfo García Videla-Salvador
Rueda, Cuahixtla, Morelos.
7 Entrevista
con Serafín Plascencia, realizada por Laura Espejel y Salvador Rueda en la
ciudad de México, pho-inah.
8 Entrevista
realizada con Agapito Pariente Aldana, realizada por Alicia Olivera en
Tepalcingo, Morelos, pho-inah.
9 Entrevista
con Feliciano Trejo Torres, realizada por Salvador Rueda en Anenecuilco,
Morelos, para la película documental de Adolfo García Videla,Testimonios
Zapatistas, Filmoteca
de la unam, 1987.
10 Entrevista
con Ángel Abúndez, realizada por Carlos Barreto y Salvador Rueda en Cuautla,
Morelos, para la película de Adolfo García Videla, Testimonios Zapatistas.
11 Entrevista
con Macedonio García Ocampo, realizada por Laura Espejel y Salvador Rueda de
Juchitepec, Estado de México, para la película de A. García Videla, Testimonios Zapatistas.
12 Entrevista
con Próspero García Aguirre, realizada por Laura Espejel y Salvador Rueda en
Tlatenchi, Morelos, para Testimonios
Zapatistas.
13 Entrevista
con Irene Copado viuda de Reyes, realizada por Alicia Olivera en Calimaya,
Estado de México, pho-inah.
14 Para relación
de características simbólicas y de poder entre los hombres-dioses y los
caudillos campesinos, véase Alfredo López Austin, Hombre-dios, op. cit, cap. x.
15 Discurso de
Alvaro Obregón en Cuernavaca, reproducido en el folleto Comité Nacional Pro-homenaje
Integral a Emiliano Zapata, spi,
1931, p. 55-56.
16 El
Demócrata, 10 de
abril de 1922.
17 El
Universal, 17 de
abril de 1919.
18 El
Universal, 11 de
abril de 1924.
19 Comité
Nacional Pro-homenaje, op.
cit.
20 Ibidem, Carlos Sierra hizo una buena relación de la historia de
Zapata-símbolo agrarista. Sierra reconstruyó además la participación de los
exzapatistas y vecinos de Xochimilco, en 1931, para el reconocimiento de Zapata
como héroe nacional. Para el sentido que se ha dado a Zapata-símbolo, es
imprescindible leer su libro Zapata,
señor de la tierra, capitán de labriegos, México, ddf,
1985, p. 25-34.
21 El
Nacional, 11 de
abril de 1940, citado por Carlos Sierra, op.
cit., p. 79.
22 Citado por
Carlos Sierra, ibidem, p. 100.
23 Ibidem, p. 105.
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