miércoles, 23 de noviembre de 2016

EL TEMOR A LLAMARLOS DIOSES. SUS ORÍGENES, II


La pluralidad y diversidad de los dioses mesoamericanos Si bien los problemas conceptual y terminológico quedan acotados en el contexto de la tradición mesoamericana, la definición resultante conlleva al menos otros dos problemas: el gran número de dioses y las enormes diferencias que existen entre ellos. En cuanto al primer problema, es suficiente pensar en la naturaleza de las almas. Como puede observarse en otras cosmovisiones del continente, en la mesoamericana se atribuye alma a todos los seres mundanos. Las almas no son meros centros dinámicos, sino entes con voluntad que, al ser plurales en algunas criaturas, pueden tener entre ellos conflictos por incompatibilidad de caracteres. Estas cualidades los incluyen en la categoría de dioses. Más adelante se verá que la inclusión se justifica plenamente por su origen. Sirva su mención en este punto únicamente para considerar que, identificadas las almas como dioses, su número supera, solamente en el ecúmeno, el de todas las criaturas en él existentes.

Por lo que toca a la diversidad, debe aclararse que es más propio hablar de los diferentes estados o manifestaciones de la divinidad que de grupos cerrados de entidades identificables. La divinidad ha de ser considerada como una entidad total que se fracciona, duplicándose en primera instancia como Dios Padre y Diosa Madre, y reproduciéndose después en un gran conjunto de dioses hijos, muy diferentes entre sí, cada uno de ellos con ámbito específico de dominio, y con poderes, limitaciones, necesidades y apetencias propias. Estos dioses, a su vez, pueden desdoblarse en personalidades diferentes, dividirse en unidades heterogéneas o engendrar otros hijos, con lo cual el panteón aumenta considerablemente.

IMAGEN: Dos posibles desdoblamientos del Dios Único: a la izquierda, como pareja conyugal, según el Códice Nuttall, Dios Padre (blanco) y Diosa Madre (rojo). A la derecha, la división del Dios Único es como dios de abajo y dios de arriba; según el Códice Vindobonensis, Dios de la Tierra (verde) y Dios del Cielo (azul). En el centro de esta ilustración hay un desdoblamiento de las dos parejas anteriores, según el Códice Vindobonensis, lo que produce, de izquierda a derecha y de arriba abajo, Diosa del Cielo, Dios del Cielo, Diosa de la Tierra, Dios del Cielo. Códice Nuttall, lám. 18. Códice Vindobonensis, láms. 52 y 48. 
Digitalización: Raíces
Tomado de Alfredo López Austin, “6. Los dioses”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 69, pp. 8-22.

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