Aunque el chile aparece poco en los
mitos indígenas modernos –en comparación con el maíz, por ejemplo– resulta sin
embargo notable por varias características. Evidentemente es macho y caliente:
sofoca a las abuelas encerradas en un temazcal enchilado, según se consigna en
varios relatos oaxaqueños; protege de los malos vientos y las brujas –como el
tabaco y el aguardiente– o les impide volver a colocarse las piernas a aquellas
que salen a volar por las noches si éstas se untan de chile; ahoga con caldos
muy calientes y chilosos a los salvajes e intrusos agresivos.
En el inframundo, donde todos los
alimentos son putrefactos, nauseabundos e inversos a los que se consumen
afuera, se usan escarabajos y lagartijas en lugar de chiles secos o verdes. En
el mercado de Tixtla, Guerrero, se venden en la actualidad los chumilines,
especie de escarabajos que se comen vivos, trozándoles la cabeza y chupándoles
las entrañas que pican más que los chiles.
En algunas versiones del origen del
maíz, la tuza o el ratón traen también el chile y el tomate cuando se roban el
maíz. Entre los huicholes, una versión del mito del diluvio advierte que el
aviso de que pronto vendrán las lluvias será un olor a chile en el aire.
Tal vez el chile deba sus cualidades
a que nació, según otros mitos, de la sangre. En una versión totonaca del Niño
Maíz, tras infinitas aventuras y percances, el Niño intenta revivir a su padre;
éste desobedece o equivoca las instrucciones y se convierte en venado; el niño
se retira del mundo, y al despedirse de su madre le deja, además del maíz, dos
gotas de sangre: de una florece el tomate y de la otra crecen los chiles.
Tanto los tzotziles como los ñhañú
cuentan que, cuando los judíos perseguían a Cristo, lo hieren en un pie. De su
sangre brotan las matas de chile, por eso pican.
Elisa Ramírez
Tomado Arqueología Mexicana,
Especial 32, Los chiles
de México. Catálogo visual.
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