¿CUÁNDO SE COMENZÓ A USAR LA CERÁMICA EN MÉXICO?
El barro cocido se empezó a usar en el
Preclásico Temprano, tanto para hacer vasijas como para fabricar figurillas.
Aunque la cerámica se considera como un indicador de la existencia de poblaciones
sedentarias, no hay una relación funcional entre la manufactura de cerámica, el
sedentarismo y la agricultura. Sin embargo, la fragilidad y el peso de las
vasijas de barro las hace inapropiadas para poblaciones nómadas, por lo que la cerámica
empieza a manufacturarse usualmente entre poblaciones que son ya sedentarias.
La cerámica es uno de los materiales más abundantes
en los sitios arqueológicos. Aunque frágil, sus fragmentos se conservan bien, y
de ellos pueden deducirse las formas, acabados y decoración de las vasijas
originales. Las formas obedecen más a las funciones de las vasijas y, por lo
tanto, cambian más lentamente a través del tiempo, mientras que los acabados y
decoraciones obedecen más a criterios estilísticos y cambian más rápidamente, a
veces como resultado de desarrollos propios, otras como consecuencia de la
adopción de rasgos de la cerámica de otros pueblos con quienes los fabricantes
estaban en contacto. Es por eso que la cerámica se ha usado como herramienta de
carácter cronológico y como indicador de afiliación cultural.
El objeto de barro más antiguo que conocemos es una
figurilla antropomorfa de cuerpo cilíndrica, sin brazos, sin boca, con los ojos
indicados por punzonados dobles colocados verticalmente. Proviene de Tlapacoya,
estado de México, y está fechada en 2300 a. C.
De fecha semejante es la cerámica Pox de Puerto
Marqués, Guerrero, que recibe ese nombre como resultado de depresiones en su
superficie que recuerdan marcas de viruela. Por esa misma época aparece en el
valle de Tehuacán, Puebla, una cerámica semejante, la Purrón, de color de beige
a café, no decorada, cuyas formas son cajetes hemisféricos, tecomates y ollas
globulares con cuello.
Tomado de Joaquín García-Bárcena, “Preclásico
Temprano (2500 a.C.-1200 a.C.)”, Arqueología Mexicana, núm. 44, pp. 12-17.
No hay comentarios:
Publicar un comentario