jueves, 10 de noviembre de 2016

LOS ÍDOLOS MESOAMERICANOS: PRINCIPIO DEL MAL





Para una religión exclusivista como el cristianismo, el culto a los dioses indígenas no podía ser considerado más que como una perversa influencia de Satanás. Las condenas a la idolatría que se hacían en el Antiguo Testamento, y la predicación de los profetas contra la inclinación del pueblo judío hacia los dioses de sus vecinos, dieron a los conquistadores y a los frailes abundante material para atacar los cultos indígenas y para destruir sus imágenes, a las que se aplicó el término genérico de “ídolos”. Es muy significativo observar tal posición incluso entre los indígenas aculturados en los conventos, muchos de los cuales colaboraron en la destrucción.

En una pintura del libro VIII del Códice Florentino, el tlacuilo que colaboró con fray Bernardino de Sahagún pintó a dos sacerdotes sacrificando a un hombre ante la imagen de Huitzilopochtli, a quien se representa con cuernos y rabo. Para los religiosos y para sus discípulos indios, los dioses prehispánicos eran entes reales, aunque asociados con el principio del mal. Es a causa de esta creencia en una idolatría de inspiración demoniaca por lo que las campañas de erradicación de los "ídolos" fueron tan comunes. En casi todas las crónicas de los mendicantes, como en la del dominico fray Agustín Dávila Padilla, se narra que los indígenas ocultaban a sus antiguas divinidades debajo de las cruces y detrás de los altares de las iglesias, y que, además, continuaban con sus sacrificios y ofrendas en los montes, cuevas y bosques.

Esos cultos aún estaban vivos a fines del periodo virreinal. En 1790, a raíz de unos trabajos realizados en el atrio de la Catedral, fueron desenterrados dos enormes monolitos de la antigua México-Tenochtitlan: uno de ellos, la Piedra del Sol o Calendario Azteca, fue colocado en el costado poniente de la Catedral; el otro, la Coatlicue, fue depositado en el claustro de la Universidad. Lo que más sorprendió a los ilustrados criollos de entonces fue que los indios comenzaron a rendir culto a esta segunda pieza; a los pies de la antigua diosa aparecieron veladoras encendidas y ofrendas, por lo que se decidió volver a enterrarla. Ciertamente, la actitud de la cultura occidental ante los ídolos había cambiado mucho a lo largo de tres siglos.

Tomado de Antonio Rubial García, “Idolos o dioses. Imágenes prehispánicas del México virreinal”, Arqueología Mexicana, núm. 46, pp. 58-61.

No hay comentarios:

Publicar un comentario