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Niños y
canibalismo
En 2003 se encontraron los
restos de un bebé en la zona de Xochimilco, en México DF, zona también conocida
por el impulso del cultivo azteca conocido como las chinampas.
El cadáver del pequeño presentaba
tonos anaranjados y la cabeza mostraba signos de haber sido eclosionada y
hervida en un caldero. Este horripilante dato encaja con la tendencia de los
aztecas de sacrificar
bebés o niños,especialmente durante el ritual de Atlacaualo, el
primero del calendario azteca en el cual, además de extraer el corazón a los
niños, se consumía su carne con motivo ceremonial.
Sí: el canibalismo era usual entre los altos mandatarios
debido a la falta de animales domesticados en la cultura azteca.
Casos
concretos
La
importancia de los juegos
Los “Palacios” de Teotihuacan, Estado de México
Tomado de Leonardo López Luján, Guía básica. Teotihuacan,
estado de México, Editorial Raíces.
Existen muchos casos diferentes de
sacrificio en el antiguo imperio azteca, tal y como documentaron
conquistadores como Bernal
Díaz del Castillo, horrorizado ante todas esas pequeñas pirámides o
viviendas en las que ver hombres colgados y ensangrentados era de lo más
habitual.
Algunos de los sacerdotes que
ejecutaban el sacrificio arrancaban el corazón y lo levantaba hacia al sol en
señal de triunfo para luego rociar con la sangre del mismo los labios de la
víctima que lanzaban por las escaleras.
En otro caso, una pareja de
recién casados fue lanzada al fuego y, aun con los cuerpos ardiendo, los
verdugos procedieron a arrancarles la piel quemada.
Se calcula que 20 mil personas eran
sacrrificadas al año en
el imperio azteca.
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Promover el juego de
pelota era, al igual que
para los mayas, un filtro perfecto a la hora de elegir futuros sacrificios.
Estos campos de juego eran
construidos en zonas estratégicas de los templos y simbolizaban las puertas al
Inframundo, por lo que más que un simple pasatiempo, el mismo simbolizaba un
equilibrio entre las fuerzas del universo que, cómo no, debían ser consolidadas
con el sacrificio de cuatro personas por partida a las que se decapitaba.
La figura del jugador sin cabeza del que
brotan serpientes (símbolo
de fertilidad) confirma la creencia de que lo aztecas consideraban los
sacrificios de los juegos como símbolo de renovación de las cosechas.
Unos datos horripilantes
que, no obstante, contrastan con otros aspectos de la cultura azteca como la
esclavitud, la cual era mucho menos limitada que en Occidente, permitiendo al
esclavo comprar su propia libertad.
¿Qué te han parecido estos datos?
Para comprender la complejidad de la
antigua ciudad es necesario abandonar el área de monumentos –delimitada por el
circuito empedrado– y dirigirse a alguno de los mal llamados “palacios”. Casi
todos los teotihuacanos vivían en grandes conjuntos de departamentos, como los
que hoy día pueden visitarse en La Ventilla, Tetitla, Atetelco y Tepantitla. Se
trata de residencias multifamiliares de cal y canto que alojaban entre 20 y 100
individuos. La calidad de sus materiales y el enorme esfuerzo que implicó su
erección nos hablan del relativamente elevado bienestar de la población urbana.
En tiempos del máximo esplendor,
Teotihuacan contaba con más de 2 000 conjuntos de departamentos, todos de
planta rectangular y de un solo nivel y techos planos.
Desde la calle era prácticamente
imposible enterarse de lo que acontecía dentro de los conjuntos de
departamentos, pues estaban delimitados por altos paredones en talud, carentes
de ventanas y con accesos estrechos.
Cada departamento está compuesto por
cuartos en torno a patios porticados que permitían la entrada de la luz, la
captación de agua pluvial y la ventilación. Contaba con sus propias áreas de
estancia y reposo, de preparación y consumo de alimentos, de almacenamiento de
materias primas y víveres, de trabajo, de culto y enterramiento, y de desecho.
Había, además, áreas compartidas por todos los departamentos del conjunto,
asociadas generalmente al ritual. Estas áreas comunes constaban de amplios
patios con altares centrales y templos piramidales. En algunos conjuntos había
áreas específicas para la crianza de animales y otras que quizás eran
destinadas a la servidumbre. Estudios recientes hacen suponer que los
habitantes de un conjunto no sólo pertenecían a la misma etnia, sino que
estaban emparentados entre sí, desempeñaban un oficio común y rendían culto a
un mismo dios patrono.
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