(Hipótesis de Tlahuilcoatl)
El quincunce es
uno de los símbolos que sintetizan con mayor profundidad la ciencia,
mística, arte y filosofía de los pueblos y culturas de Anahuac.
En él se integra
una estructura matemática asociada al tiempo y el espacio, por lo tanto se hará
referencia a aspectos relacionados con la tierra y el cosmos.
Nuestros sabios
abuelos encontraron diversas formas de representarlo, sin embargo encontraremos
este símbolo con una constancia desde los Olmecas hasta los Mexihcas, lo que
nos habla de una continuidad de conocimiento de más de 7,000 años.
El quincunce es un
espacio dividido en cuatro partes donde la intersección cobra particular
sentido y significado ya que se habla de un centro en el cual confluyen todas
las fuerzas, arquetipos, elementos y principios. Es un centro unificador,
integrador y enlazador.
Varios son los
componentes filosóficos ligados al quincunce:
1.- En primer
lugar esta representado Tlalticpac, el espacio terrenal dividido en cuatro
rumbos, cada uno con una fuerza sustancial que sostiene la vida sobre la
tierra. Aquí se reconoce un centro-ombligo que es el punto donde confluyen las
fuerzas terrenales y cósmicas debido a que hay una especie de abertura hacia un
espacio vertical, como si fuese un tubo en el que también se encuentran todas
las energías del cielo y del inframundo.
2.- En segundo
lugar el quincunce se puede entender como una cruz en la que hay dos planos
claramente representados, por un lado el espacio horizontal y otro vertical.
Al hablar de la
horizontal nos referimos a la estancia sobre la tierra donde todo,
absolutamente todo es tangible, palpable y observable, muy contrario al sentido
vertical donde todo es intangible, impalpable a los sentidos e imposible de
experimentar con la razón.
3.- En tercer
lugar la estructura está dividida en cuatro espacios para destinar cada uno de
ellos a un elemento de la naturaleza, los cuales son sintetizados en un centro
en el cual sólo hay energía y movimiento.
4.- En cuarto
lugar el quincunce está relacionado con el planeta Venus debido a que su ciclo
es pentagonal, o sea en un lapso de ocho años exactos Venus cumple cinco ciclos
sinódicos. Ésta es la estructura matemática en la cual se basaron nuestros
ancestros para crear toda la cuenta del tiempo que sin duda ha sido la más
exacta creada por la humanidad antes de los instrumentos de observación
astronómica moderna, la cual ha descubierto que el error en la medición del
tiempo Anahuaca es inferior al 1%. Por lo tanto el quincunce también nos habla
sobre el tiempo, los ciclos y la permanencia en el plano terrenal y cósmico.
Bajo estos
argumentos es como podemos establecer que el quincunce es una síntesis de la
cosmogonía de Anahuac aplicada por las diversas expresiones culturales y que se
sumerge en una profunda comprensión del espacio y tiempo. Hablar de este
símbolo es referirnos al aspecto dual contenido en toda la creación donde somos
materia “tonal” y energía “nahual”, poseemos un cuerpo tangible y un alma
intangible.
La pregunta
sustancial es: ¿Para qué estar un tiempo en este mundo inmersos entre los
planos cósmico, terrenal e infrahumano?
La respuesta
radica en el centro. Él es nuestro presente y nuestro corazón, en otras palabras
el corazón es el lugar donde confluyen todas las fuerzas cósmicas y terrenales,
por lo tanto el propósito de vivir radica en hacerse consciente de esta
dualidad para que el Universo se reconozca a sí mismo.
Nuestros ancestros
se preguntaban: ¿venimos a esta tierra a ser solamente un capricho de la
naturaleza?, en otros términos, ¿venimos a este plano terrenal solo a
satisfacer nuestras necesidades biológicas como comer, defecar, dormir y
reproducirnos? o ¿mi vida tiene un propósito? y si es así ¿cuál es?
Venimos a cumplir
un tiempo sobre la tierra (plano horizontal) con el propósito de
perfeccionarnos, y en la medida en que logramos dominar nuestras pasiones es
como conseguimos realmente humanizarnos (ascender en el plano vertical).
Nuestros abuelos
siempre nos señalaron la importancia del ombligo, de hecho el nombre de nuestra
nación está asociado a ese Xihtli “ombligo o centro” donde las fuerzas cósmicas
se integran armónicamente con las fuerzas terrenales.
Cuauhtli “el
águila” en su vuelo por la Cuauhxicalli “jícara del águila o bóveda celeste”
desciende con toda su energía de vida para posarse sobre el Tenochtli “penca de
nopal” y así crear Atlachinolli “agua quemada”, fuente de vida y movimiento.
Águila-fuego y
Nopal-agua son la base de la vida y se posan en este centro llamado Mexihco “en
el ombligo de Metztli”, la Luna que es la madre creadora con sus ciclos de
fertilidad.
Este ombligo
indefectiblemente es nuestro corazón porque él es el centro del Universo. Desde
aquí, desde el latir de nuestro corazón conocemos el mundo y la creación; con
los sentidos percibimos e interpretamos la dualidad de la vida que oscila como
péndulo entre el amor y el miedo; desde nuestro corazón hacemos fluir la vida y
es enteramente nuestra responsabilidad habitar en armonía para mantener un
equilibrio.
Este mismo sentido
estructural es lo que da forma a los templos que construían nuestros
antepasados.
Los europeos
consideraron a los Teocallis o “templos” anahuacas como manifestaciones
retrógradas, primitivas y muy simplistas por el simple hecho de considerarlos
montículos de tierra y no construidos con una cúpula, lo que no sabían los
llegados de la Hispania es que los Teocallis se construían de esa forma por ser
templos abiertos y no cerrados. Cada Teocalli o “templo” en su mayoría y
generalidad son espacios cuadrangulares con un centro.
En otras palabras,
cada templo está inspirado en un Quincunce con lo cual afirmamos que cada
Teocalli es un modelo a escala del Universo donde confluyen las fuerzas
cósmicas y terrenales, interaccionan el tiempo y el espacio y donde en cada
Teocalli se crea un ombligo-corazón desde el cual el animal racional puede
perfeccionarse para ascender en su estado de evolución hacia la vertical,
volando con plumas, con alas de luz.
Quien no aprovecha
su vida para perfeccionarse, dominarse a sí mismo, humanizarse y ascender en la
vertical desaprovecha su tiempo miserablemente. La estancia sobre la tierra es
un tiempo sumamente valioso para hacer el mejor intento de estar en Unidad, una
cualidad que tiene como característica saberse parte del todo, tanto lo
terrenal como lo cósmico.
Es por ello que
nuestros sabios abuelos buscaban ser Toltecas “artistas”, guerreros del
espíritu que trabajaban con el propósito de hacer de su forma de vida una obra
de arte.
Hoy día nosotros
tomamos sus enseñanzas para aprender a vivir en el centro ombligo-corazón. Ser
guerreros de la muerte florida, encarnando a Quetzalcoatl, la conciencia
cósmica.
Aprovecha cada instante y cada experiencia para
perfeccionarte en el camino de la vertical, actuando, pensando y sintiendo
desde tu ombligo-corazón, son los mejores deseos de tu hermano Tlahuilcoatl.
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