Los
encargados de fijar lenguas y culturas indígenas por medio de su sistema
tradicional tenían que poseer ante todo cualidades de pintores o dibujantes y
conocimientos profundos de su propia lengua. Podían ser hombres o mujeres, que
se escogían desde muy jóvenes en cualquier clase social. La condición esencial
era que se revelaran poseedores de esas cualidades artísticas: se les instruía
en su lengua y el saber de su época y, posteriormente, se les especializaba en
algún tema específico. Después de esa preparación, formaban parte de una clase
superior, ya que tenían que dedicarse de tiempo completo a sus actividades. Se
les llamaba tlacuilos (del verbo náhuatltlacuiloa),
porque escribían pintando. Sus escritos eran anónimos, porque no firmaban sus documentos
ni indicaban sus nombres. Su producción pertenecía a la colectividad. El papel
de lostlacuilos era
muy importante. Se dedicaban a fijar el saber y a perpetuarlo, pues eran
poseedores de la escritura. De acuerdo con su especialidad, se les destinaba a
los centros religiosos, económicos o civiles que necesitaban sus servicios,
como templos, tribunales, casas de tributos, mercados, palacios, etc. El tlacuilo residía en esas instituciones
civiles, económicas o religiosas, en donde realizaba los códices especializados
en su propia materia y estaba encargado de establecer y leer según sus
atribuciones y cargos. Su número debió de ser muy grande. En esos mismos
centros se guardaban los manuscritos en aposentos llamados amoxcalli (de amoxtli, libro, y calli, casa). La posesión y
manejo de los códices por la clase dirigente, señores y sacerdotes, aseguraba
la conservación y el control exclusivo de todo el saber alcanzado, lo cual
contribuía a su afirmación en el poder; sin embargo, aunque solamente los tlacuilos escribían, existían muchas
personas que sí podían leerlos, como los egresados de las escuelas superiores y
la burocracia estatal, y aun la gente del pueblo conocía suficientes signos en
las inscripciones de los frisos de los edificios públicos como para
diferenciarlos, e identificaban los nombres de los dioses, además de otros
aspectos.
Tomado
de Joaquín Galarza, “Los códices mexicanos”, Arqueología
Mexicana, Edición especial núm. 31, Códices
prehispánicos y coloniales tempranos. Catálogo, pp. 6 - 9.
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