Teotihuacan fue el primer desarrollo urbano de
gran magnitud en el centro de México. Cubrió una superficie aproximada de 20
kilómetros cuadrados, en la que concentró a más de la mitad de la población que
tenía la Cuenca de México en su tiempo. Tuvo una aglomeración demográfica considerada
entre las más grandes de los tiempos preindustriales; diversos cálculos le
asignan entre 40 000 y 200000 habitantes. Fue una ciudad multiétnica, sitio
estratégico -por poseer recursos como la obsidiana-
, centro de manufactura y de intercambio de bienes suntuarios, capital de un
Estado singular, asentamiento planificado y modelo del cosmos, con un espacio
terrestre organizado de acuerdo con los cuatro puntos cardinales, un inframundo
y una esfera celeste.
A diferencia de otros centros de Mesoamérica en que
las hazañas de los dinastas se reproducen en estelas, dinteles y otras
representaciones iconográficas y glíficas, en Teotihuacan se insiste en el
cargo más que en el individuo. La inexistencia de representaciones
iconográficas que narren los hechos destacados de la vida de dinastas
particulares, de tumbas reales, de nombres de reyes, etc., nos hace pensar que
Teotihuacan fue la gran anomalía del Clásico mesoamericano. Quizá el énfasis en
el territorio, entendido éste como los enclaves coloniales teotihuacanos
ubicados a los cuatro puntos cardinales, con la ciudad sagrada y poderosa en el
centro, enmascaró la estructura basada en los linajes.
Tomado de Linda Manzanilla, “El estado
teotihuacano”, Arqueología Mexicana, núm. 32, pp. 22-31.
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