Las
expresiones pictóricas de los mayas se encuentran entre los mejores ejemplos de
su género en la época prehispánica. Lo son no sólo por sus innegables
cualidades estéticas y por el uso de técnicas de probada eficacia, sino por ser
una vía de estudio de numerosos aspectos de la cultura maya. Gran parte de la
evidencia de que se dispone se encuentra en tres soportes: la pintura mural,
los códices y las vasijas pintadas de cerámica. En ellos se encuentran
elocuentes escenas, con frecuencia acompañadas de textos jeroglíficos, que nos
informan –en no pocas ocasiones con gran detalle– sobre la compleja visión del
mundo de los mayas, sus ritos y el calendario, entre otros asuntos.
Las
pinturas murales más famosas del área maya son sin duda –por su extraordinario
estado de conservación– las de Bonampak, Chiapas, pero están lejos de ser las
únicas. De hecho las ciudades mayas que ahora muestran una apariencia en la que
predominan el tono de la piedra desnuda, debieron estar en su momento totalmente
pintadas, tanto en los exteriores como en los interiores, en los que se
pintaron complejos y largos murales como lo muestran los de la propia Bonampak
y los recientemente descubiertos en Calakmul, Campeche, por dar algunos
ejemplos. A pesar de que son, por su naturaleza misma, un elemento que se
deteriora con facilidad, se han conservado ejemplos de prácticamente todas las
épocas en las diversas regiones. En esas pinturas se plasmaron una variedad de
temas que da cuenta de la complejidad de la cultura maya.
Tomado de Arqueología Mexicana núm. 93, pp. 26 - 27.
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