Estrella
de mar del Templo Mayor, Tenochtitlan
Sumario:
El hallazgo de una estrella de mar fue sorprendente, es un animal que, hasta
donde tenemos conocimiento, nunca había sido encontrado en contextos
arqueológicos mesoamericanos.
Al igual
que muchos otros pueblos mesoamericanos, los mexicas acostumbraban enterrar
ricas ofrendas en sus principales lugares de culto. Por lo general lo hacían
con motivo de acontecimientos significativos para el Estado, como la
construcción y la remodelación de edificios religiosos, el estreno de
monumentos escultóricos, el fin de ciclos temporales, los ritos de paso de los
soberanos, las victorias bélicas y las catástrofes naturales. En estas
ocasiones propiciaban a las divinidades ofreciéndoles una enorme variedad de minerales
sin trabajar, plantas, animales, seres humanos, así como objetos manufacturados
de cerámica, piedra, concha, hueso, metal, textil, madera, etcétera. Por
fortuna, muchas de estas ofrendas han logrado sobrevivir hasta nuestros días y
nos informan sobre los ambientes naturales, la tecnología, la economía, la
política y la religión imperantes hace más de 500 años.
Particularmente
interesantes son los vestigios de fauna, cuyo estudio cuidadoso nos ayuda a
definir las especies y el número mínimo de individuos enterrados en cada
ofrenda, así como su talla, sexo, edad, enfermedades, hábitat y distribución
geográfica. También podemos reconocer aspectos culturales como la preferencia
de los mexicas por ciertas especies animales; los lugares, las formas y la época
de obtención de la fauna viva o muerta; los mecanismos de circulación dentro y
fuera del imperio; las técnicas de sacrificio y de modificación de los
cadáveres; los usos y significados de cada grupo zoológico, y las taxonomías
indígenas.
En la
séptima temporada del Proyecto Templo Mayor (2007-2011) del INAH, se han
recuperado varias decenas de ofrendas que han ampliado nuestros conocimientos
sobre la relación hombre-fauna en el Centro de México antes de la llegada de
los españoles. Un buen ejemplo es la ofrenda 126, depositada en una caja de
mampostería de 2 por 1 por 1 m que fue construida para consagrar el monolito de
la diosa Tlaltecuhtli. Localizada a 2 m abajo de este monumento escultórico, la
ofrenda 126 estaba integrada por más de 13 000 objetos. La gran mayoría se
encontraba en un excepcional estado de conservación debido a que durante siglos
quedó sumergida bajo el agua y protegida de la luz, el oxígeno, las
oscilaciones térmicas y las presiones ejercidas por las capas del subsuelo.
Al
analizar el contenido de fauna de la ofrenda 126, nos percatamos de que los
sacerdotes pusieron un especial énfasis en el ofrecimiento de animales marinos,
seres que simbolizaban para los mexicas la mitad inferior del universo,
femenina, acuática y de fertilidad absoluta. La mayoría de las especies
enterradas en esta ofrenda habitan hoy día en aguas someras, sustratos rocosos
o arenosos, arrecifes coralinos y pastos marinos de la zona de mareas, por lo
que su obtención no debió de haber representado grandes dificultades. Lo más
interesante es que los sacerdotes hicieron un claro hincapié en la diversidad
del mundo marino, pues incluyeron en este depósito toda suerte de caracoles (46
especies distintas), conchas (40 especies), corales, peces y tiburones, además
de cucarachas, erizos, bizcochos y galletas de mar, procedentes de los océanos
Atlántico y Pacífico.
El
hallazgo más sorprendente fue el de una estrella de mar, animal que, hasta
donde tenemos conocimiento, nunca había sido hallado en contextos arqueológicos
mesoamericanos, quizás por su gran fragilidad y fácil descomposición. Se trata
de un ejemplar de la especie Astropecten
duplicatusGray, 1840. Fue identificado gracias a un minucioso análisis
microscópico de los sedimentos y a la comparación de las estructuras anatómicas
arqueológicas con ejemplares registrados en la bibliografía especializada y
presentes en la Colección Nacional de Equinodermos “Dra. María Elena Caso”, del
Instituto de Ciencias del Mar y Limonología de la UNAM.
Esta
especie de estrella de mar es de color amarillo cremoso y se caracteriza por
sus brazos largos, estrechos y planos, y por sus áreas paxilares delgadas. Es
endémica del océano Atlántico y tiene una larguísima distribución que va de
Carolina del Norte en Estados Unidos al Brasil septentrional, y se encuentra en
todas las playas mexicanas de la vertiente atlántica, desde Tamaulipas hasta
Quintana Roo. Las poblaciones de Astropecten
duplicatus viven en
sustratos arenosos, a profundidades que oscilan entre los 0 y los 550 metros.
Tomado de Ángel González López, Leonardo López
Luján, Carolina Martín Cao Martínez, Francisco A. Solís Marín, Belem Zúñiga
Arellano, “Una estrella de mar encontrada en
la ofrenda dedicatoria al monolito de
Tlaltecuhtli, Templo Mayor de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana núm. 112, pp. 14 – 16.
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