Rubén Morante López
Aunque
no se sabe quién lo inventó ni cuándo se inició su uso, el mecapal fue muy
utilizado en la época prehispánica para transportar todo tipo de bienes.
Además, el mecapal tenía una fuerte carga simbólica y se relacionaba con el
entrenamiento para ejercer el sacerdocio o la milicia, con los dioses del
comercio, con los cargadores y las prácticas adivinatorias relacionadas con el
destino de los pochteca, así como con el sistema matemático, indispensable en
toda práctica comercial.
Mesoamérica tenía características fisiográficas que propician la
diversidad climática y ecológica. Cada sector de este rompecabezas natural
tenía hábitats con productos distintos. Eric Wolf, Christine Niederberger y
Bernardo García Martínez, entre otros, han señalado los aspectos simbióticos que
se dan entre las tierras altas y las regiones costeras de Mesoamérica. Los
pueblos de esta región cultural, durante miles de años y hasta la actualidad,
han requerido del intercambio de productos propios del templado altiplano y de
la costa tropical.
Al menos desde el periodo Preclásico, hace unos cuatro mil años,
se trazaron caminos que servían a los viajeros y a sus mercancías para
comunicar un gran territorio. Por allí fluían hombres, bienes e ideas que
fueron entrelazando las áreas que conformaron una región con características
propias, el espacio geográfico llamado Mesoamérica. Sus habitantes, a
diferencia de casi todos los demás pueblos de la tierra, carecieron de bestias
de tiro que les ayudaran en el transporte de productos. Los bienes se llevaban
preferentemente por agua, ya que ello representaba gran ahorro de energía y
mano de obra. Se sabe de embarcaciones de muchos metros de largo que surcaban
ríos, lagos y el mar a muchos kilómetros de la costa. Sin embargo, no todas las
rutas contaban con vías acuáticas y, conforme aparecen las montañas, los ríos
se hacen violentos y dificultan la navegación. Por largos trayectos, los bienes
debían ser llevados sobre la espalda del hombre y para ello se diseñó toda una
organización comercial, un sistema de transporte y una red de mercados a lo
largo de las rutas. A grandes rasgos podemos decir que en Mesoamérica se
tuvieron dos tipos de comerciantes: uno que en ocasiones era el mismo productor
y que acudía a los mercados cercanos, cargando él mismo sus bienes, y un
viajero especializado en el comercio a larga distancia. A los primeros les
llamaron tlanamacas los
nahuas y ppolom los mayas; a los segundos les llamaron pochteca los nahuas y ah ppolom yoc los mayas. Los pochteca tenían sus propios cargadores o los conseguían
en distintas poblaciones a lo largo del camino, ya sea mediante un tributo en
trabajo, llamado tequio,
o mediante algún tipo de pago.
Usos
del mecapal
Pero todo ese sistema comercial requería del instrumento que fue
uno de los grandes inventos mesoamericanos: el mecapal o mecapalli, un aparato que
consiste en una banda, hecha de algodón o de petate (fibra de ixtle tejida),
que va sujeta por sus extremos a dos cuerdas, con las cuales se sostiene el
objeto que se carga. La banda se colocaba en la frente del cargador para
protegerlo, ya que su cabeza y cuello tenían una doble función: en primer
lugar, equilibraban el bulto a partir de la frente y en segundo, distribuían el
peso por todo el cuerpo del cargador, a manera de que no hubiera un sólo músculo
que no recibiese parte de la carga. El uso del mecapal requiere que el cuerpo
se incline hacia adelante, cual si se hiciese una reverencia. El mecapal se usó
para cargar todo tipo de bienes y en algunos casos debió ser necesario que el
cargador protegiese su espalda con una tilma o manta. Algunos productos eran
amarrados directamente al mecapalli,
como la leña y las cañas o aquellos que se empacaban en costales, tenates y
trojes de madera. Otros requerían del uacalli y el cacaxtli,
especie de cajas, enrejados o entarimados de madera que servían para soportar
desde animales hasta objetos pequeños y frágiles. Entre los cacaxtli había complejas repisas a las cuales
se ataban vasijas, cántaros y tecomates de cerámica, al igual que tenates y
jícaras, en los cuales se transportaban líquidos (miel, pulque…), semillas
(amaranto y otras) y polvos como los tintes (cochinilla, cinabrio y otros
óxidos minerales). Los cacaxtli eran objetos especializados que sólo
ciertos pueblos hacían, y tenían tal importancia para el traslado de
mercancías, que se constituyeron en sí mismos en objeto de tributo, como lo
muestra la página 22 de la Matrícula
de Tributos, al igual que el Códice Mendoza, en el que se
indica que la provincia de Tepeaca debía tributar a la Triple Alianza, según se
escribió allí en caracteres latinos, un tributo consistente en 200 cacaxtles.
Morante López, Rubén, “El mecapal. Genial invento prehispánico”, Arqueología Mexicana núm. 100, pp. 70-75.
• Maestro en historia y etnohistoria por la ENAH y doctor en
antropología por la UNAM. Director del Museo de Antropología de Xalapa de 1997
a 2005. Investigador y catedrático de la Universidad Veracruzana en los
programas de geografía e historia. Miembro del Sistema Nacional de
Investigadores.
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