Uno de nuestros
expertos te presenta un acercamiento a tres representaciones (en papel y
piedra) de la deidad a quien los mexicas idealizaban como “la tierra y madre de
Huitzilopochtli”.
ANGEL GALLEGOS
1.
COATLICUE EN EL CÓDICE FLORENTINO
De acuerdo con la tradición, Huitzilopochtli (el Sol), el dios tribal de los mexicas, nació de Coatlicue (la Tierra) justo en el momento en el que Coyolxauhqui (la Luna), acompañada de sus cuatrocientos hermanos, los centzon
huitznahuas (las estrellas del
sur), pretendían darle muerte al enterarse de que ésta había quedado encinta
después de recoger un "plumón divino" mientras barría la superficie
del Coatépetl, el cerro sagrado.
Esta leyenda, el nacimiento de Huitzilopochtli de Coatlicue -que
aquí vemos registrada en una de las páginas del fantástico Códice
Florentino- no es otra cosa que la evocación del amanecer, cuando para los
antiguos mexicanos el sol parecía emerger por el rumbo del horizonte, como de
la tierra misma, venciendo, durante una jornada más (y que aseguraba el patrocinio
del sol para toda la humanidad), a su hermana Coyolxauhqui, la luna, y los
poderes de la noche. Para mala fortuna de los pueblos contemporáneos a México-Tenochtitlán, el Sol reclamaba
como alimento la sangre de los hombres y esa misión la tenían que asegurar los
mexicas mediante el sometimiento de cautivos durante las guerreras floridas o
de conquista.
Nota: El Códice Florentino
debe su nombre a que actualmente, el original de este documento se encuentra en
la Biblioteca Medicea-Laurenziana de Florencia, Italia.
2.
COATLICUE MONUMENTAL EN EL MUSEO DE ANTROPOLOGÍA. CIUDAD DE MÉXICO
Hallada en la esquina suroeste del actual Zócalo capitalino, en agosto de 1790, esta “piedra” salvó su imagen
gracias a que en aquellos tiempos, el virrey, el segundo Conde de
Revillagigedo, pidió que en lugar de que se destruyera (como pudo haber sido de
encontrarse en fechas cercanas a la Conquista) se “conservase y estudiase” en
los patios de la antigua Universidad Pontificia, en un local que ya no existe más
(donde ahora se levanta el Palacio de la Suprema Corte de Justicia). De acuerdo
con los especialistas, su salvamento y conservación, junto con el de la Piedra
del Sol hallada el 17 de
diciembre de ese mismo año, conforman el inicio del coleccionismo y el museísmo
en México. Juntas, muchos años después, formaron parte central del discurso
museográfico que identificó al primer Museo Nacional y después a la Galería
de Monolitos que se alojó en la
Calle de Moneda en el vetusto edificio donde se acuñaba el circulante durante
la Colonia. Ya entrado el siglo XX, (en 1964) doña Coatlicue fue
llevada a su nuevo hogar en el ala sur de laSala Mexica del Museo
Nacional de Antropología de laCiudad de México, desde donde, como decía el estudioso del arte Justino
Fernández: “proyecta su poderosa mirada doble (de dos serpientes que se
encuentran) hacia el espectador que, inevitablemente y terriblemente, cae
impactado ante la suprema imagen de su collar de manos y corazones y su falda
de reptiles que se entrecruzan”.
3. COATLICUE DE COZCATLÁN EN EL MUSEO DE ANTROPOLOGÍA. CIUDAD DE MÉXICO
Esta “pequeña” imagen de la diosa de la tierra fue hallada en los valles de la región Puebla-Tlaxcala y aunque
no posee la monumentalidad de la Coatlicue descubierta en 1790, sí luce
perfectamente algunos de los atributos propios de la deidad, particularmente su falda de
serpientes que se entrecruzan a
manera de un gran tapete. Recordemos que ella es la tierra y los antiguos
mexicanos imaginaban ésta como precisamente un gran alfombrado donde cada cerro
o protuberancia era la misma textura de estos reptiles. Por otro lado, esta
escultura muestra a la deidad, con sus pechos caídos, por haber amamantado
tanto a los hombres desde el momento mismo de la creación, luciendo una especie
de garrillas de felino, con las que, seguramente, atemorizaba ante la
posibilidad de cualquier ataque de un ámbito o numen enemigo. El conjunto
remata poderosamente con el rostro descarnado de la diosa luciendo en algunas
oquedades los restos de lo que debieron ser curiosas aplicaciones en turquesa,
concha y obsidiana, las cuales de forma determinante y simbólica, otorgaban
vida a la misma imagen de la deidad-tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario