viernes, 11 de noviembre de 2016

7 de junio de 1911. Entrada triunfal de Madero a la Ciudad de México

INHRM
Tras el triunfo militar de la revolución maderista y la firma de los Tratados de Ciudad Juárez el 21 de mayo de 1911, cuatro días después el general Porfirio Díaz renunció a la presidencia de la República y se dirigió al puerto de Veracruz rumbo al exilio.
Al mismo tiempo, desde Chihuahua, Francisco I. Madero emprendía su camino triunfal hacia la capital del país. El 26 de mayo emitió un Manifiesto al pueblo de México en el que expresó que, gracias al apoyo popular que encontró su llamado a las armas, en seis meses se había derrocado a una dictadura que se había entronizado por más de 30 años. Ante la renuncia de Díaz y para poner fin a la guerra fratricida, había decidido suspender las hostilidades una vez que su movimiento había alcanzado un triunfo absoluto.
Llamó a sus seguidores a apoyar al gobierno interino de Francisco León de la Barra, en cuyo gabinete se habían integrado varios prominentes maderistas, como los hermanos Francisco y Emilio Vázquez Gómez, sus familiares Ernesto Madero y Rafael Hernández, y Manuel Bonilla.
Anunció también que se sustituirían todos los gobernadores y que continuarían el Congreso federal y las legislaturas locales. Asimismo, señaló que las fuerzas revolucionarias serían desmovilizadas y subrayó la importancia del voto, gracias a cuyo ejercicio se podrían resolver los problemas del país.
Definida así la siguiente etapa de la revolución, en la que las reformas ofrecidas en el Plan de San Luis se canalizarían a través de las leyes y las instituciones dentro de un régimen democrático, emprendió una gira triunfal hacia el centro del país. En todas las localidades la población lo recibió jubilosa y se organizaron actividades en su honor.
Su itinerario terminó con la entrada triunfal en la ciudad de México, el 7 de junio de 1911, en la mayor concentración popular vista hasta entonces en la capital.
José Vasconcelos, por ese tiempo un cercano colaborador de Madero, lo describió así:
" Madero entró a la capital... con apoteosis de un vencedor despojado de ejércitos: ídolo guía de su pueblo. Medio millón de habitantes sistemáticamente vejados por la autoridad saboreó, aquel día el júbilo de ser libre. Paseaban algunos cantando por primera vez, en plena calle, espantando el silencio de los siglos de desconfianza y pavor... Por primera vez, la vieja Anáhuac aclamaba a un héroe cuyo signo de victoria era la libertad, y su propósito no la venganza sino la unión. "

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