Autor: Frances Berdan
Las ciudades-Estado
conquistadas por el imperio azteca con frecuencia se rebelaron contra las
autoridades imperiales. De manera astuta, muchas de esas ciudades-Estado
aprovechaban los momentos de sucesión dinástica o las derrotas militares
relevantes, cuando el imperio era más débil, o buscaron aliados para terminar
con su sumisión ante los aztecas.
Cempoallan era, a principios de 1519, una de las muchas ciudades
incorporadas al imperio azteca en expansión, encabezado por Tenochtitlan. Los
recolectores de tributo aztecas llegaban regularmente a Cempoallan, llevándose
a nativos que les servían en el trabajo y para los sacrificios. Ese mismo
verano arribaron los conquistadores españoles de Hernán Cortés a Cempoallan.
Cortés escuchó las quejas del gobernante y le recomendó apresar a los
colectores de tributo aztecas.
El “cacique gordo” de Cempoallan era consciente de que se
trataba de un acto de rebeldía explícita contra el imperio más grande por él
conocido y no ignoraba las consecuencias. No se trataba, tampoco, de la primera
rebelión abierta contra el poder de Tenochtitlan, sino que se inscribía en una
historia reiterada de rebeliones anti-imperiales.
Las condiciones
para las rebeliones
El mundo azteca estuvo formado por ciudades-Estado antagónicas.
Los mexicas de Tenochtitlan, los acolhua de Texcoco y los tepanecas de Tlacopan
formaron la Triple Alianza y desde 1430 fueron una fuerza política y militar
muy beligerante. Las tres poderosas ciudades-Estado –bajo el liderazgo, sobre
todo, de los tlatoani (gobernantes) tenochcas– crearon el
imperio prehispánico más grande de la historia mesoamericana.
Tal imperio fue posible gracias a una combinación de conquistas
militares y de estrategias diplomáticas. Si bien el imperio duró solamente 91
años, los gobernantes imperiales tuvieron políticas con diferencias muy
marcadas hacia los territorios y súbditos cercanos y hacia los más distantes.
Las ciudades-Estado de la Cuenca de México fueron su primer objetivo y los
mexicas y sus aliados se impusieron mediante la conquista militar; pero los
regímenes militares fueron con frecuencia inestables, ya que los gobernantes
imperiales no permitían que los gobernantes locales permanecieran mucho tiempo
en sus tronos y los remplazaba por parientes del emperador, más confiables; a
menudo, se celebraron bodas con miembros de las casas gobernantes de las
ciudades-Estado conquistadas para afianzar el control. Fue común además que los
gobernantes de Tenochtitlan reclutaran esas ciudades-Estado para futuras
campañas militares, dándoles el derecho al saqueo de botines en lugares conquistados
lejanos. Tales estrategias permitieron afiliar a los súbditos conquistados a
los propósitos y beneficios del imperio de Tenochtitlan, disminuyendo así las
posibilidades de rebelión.
Berdan, Frances, “Rebeliones contra Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana núm. 111, pp. 32-36.
• Frances Berdan. Doctora
en antropología por la Universidad de Texas, sede Austin. Profesora emérita de
antropología en la Universidad del Estado de California, sede San Bernardino.
Se especializa en cultura, economía e historia aztecas.
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