El
catedrático presenta en su libro una revisión crítica de la colonización
española analizando las armas, las batallas, y las sangrientas prácticas
cometidas
Masacres, asesinatos, amputaciones de manos y pies, heridas
curadas con aceite hirviendo, violaciones… semejantes crímenes parecen
sacados de una mente perturbada. Sin embargo esto era el día a día en las batallas
que tuvieron lugar durante la conquista de América. Un periodo de nuestra historia que tiende a mitificarse
obviando sus pasajes más oscuros. El catedrático de Historia Moderna en la
Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en Historia Militar, Antonio
Espino López, según cuenta a El Confidencial, propone una mirada sin prejuicios de la colonización hispana en su libro La conquista de América: Una revisión crítica (RBA Ediciones). En su obra, Espino se sirve de los
testimonios dejados en las numerosas crónicas de Indias para
describir con precisión las armas, tácticas, batallas y sangrientas prácticas
que 'héroes' como Hernán Cortésllevaron a cabo.
¿Cuándo surge su interés por
revisitar la conquista de América?
Desde siempre me he preocupado especialmente por cuestiones
relacionadas con la historia de la guerra. Poco a poco fue surgiendo el interés
por explicar mejor a mis alumnos las
estrategias y tácticas militares empleadas en la conquista de América y ello me llevó a releer un número importante de Crónicas de
Indias. Allí descubrí numerosos testimonios de las técnicas utilizadas para
someter a las poblaciones aborígenes, todas ellas basadas en el terror, la
crueldad y la violencia extrema. Una realidad muchas veces obviada por otros
historiadores.
¿Por qué se tiene mitificada la
conquista de América por parte de, sobre todo, la ficción?
Por un puro y simple desconocimiento histórico. Aquellos que se
dedican a ello pueden conocer algunos datos, pueden tener algunas nociones,
pero carecen habitualmente de una perspectiva historiográfica del asunto. Y, en buena medida, los culpables somos los
historiadores, claro.
Por una cuestión de patriotismo mal entendido siempre se ha
negado cualquier exceso cometido en América¿En qué son culpables los historiadores?
Una amplia mayoría, hasta hace muy pocos años, apenas se
había atrevido a mostrarse crítica con el imperialismo hispano en las
Indias, en América. Hay que tener en cuenta que, durante mucho tiempo, se había
considerado que mostrarse crítico con las hazañas hispanas era sinónimo de ser
un mal español, me atrevería a decir; de hacerle el juego a todos aquellos que
habían fomentado la famosa “leyenda negra”. Me da la sensación que, por una
cuestión de patriotismo mal entendido, siempre se ha negado cualquier exceso
cometido en América o se ha querido justificar como una típica “acción de
guerra” que, además, en el caso que nos ocupa duró muy poco tiempo.
¿Cree que existe miedo a
reconocer la crueldad que usted describe en su libro?
En realidad todo el mundo es más o menos consciente de que
tenemos una factura pendiente con los descendientes de las poblaciones
aborígenes. Pero no sólo los españoles, sino todas las potencias europeas
imperialistas en las épocas moderna y contemporánea. No hay que tener miedo a
la hora de reconocer que cualquier imperialismo es expansionista y agresivo por
definición, y prácticamente todos ellos usaron de la crueldad. Lo mejor es
tenerlo claro, estudiarlo y aceptarlo para encarar cualquier crítica que se
pueda hacer. No somos ninguna excepción. No somos ni mejores ni peores que los
demás. Hay que entender este tipo de realidades, conocerlas y procurar
erradicarlas en nuestro presente y en el futuro.
Nuestros conquistadores muchas
veces son mostrados como héroes
Una vez más, esa imagen es fruto del desconocimiento o la falta
de reflexión. Es fruto de la idea tan generalizada de que los aborígenes
ganaron mucho con la presencia hispana en sus tierras. Por lo tanto, si a la
larga resultaron beneficiados, las “molestias” causadas eran asumibles y, en el
fondo, poco importantes. Por otro lado, los conquistadores siempre se
presentaron a sí mismos como héroes, sus ejemplos eran los antiguos hacedores de
imperios: Alejandro Magno, Julio César… Los intelectuales de la época jugaron
un papel importante transformando sobre todo a Hernán Cortés, y en menor medida
a Francisco Pizarro, en nuevos héroes a la altura de los mencionados. Esa
imagen fascinó y convenció a lo largo de los años, sobre todo en un país en el
que no hubo grandes “héroes” a partir del siglo XVII.
¿Existe algún conquistador que
destacara por su compasión?
Yo diría que nos encontramos en general con personas que
utilizan la crueldad sólo cuando era necesario, el problema es que lo fue muy a
menudo teniendo en cuenta las características de la conquista hispana de las
Indias: contingentes hispanos muy reducidos, necesidad de imponerse sobre
grandes poblaciones aborígenes, necesidad de demostrar firmeza ante los
amerindios aliados…
¿Considera que fueron excesivas
las medidas que se tomaron?
Las medidas que se tomaron fueron muy duras. La conquista de
América fue un proceso terrible, muy alejado de la imagen idílica que
habitualmente se tiene. No fue en absoluto un conflicto de baja intensidad. Fue
una guerra muy dura bajo el paraguas jurídico-religioso del derecho hispano a
su presencia en aquellas tierras con el único interés por la civilización y la evangelización
de sus habitantes, cuando más bien lo que se escondía era un deseo brutal por
obtener riquezas. Como se ha afirmado, la codicia fue el verdadero motor de la
conquista. Leyendo numerosos testimonios de la época es evidente que fue así.
Todo el mundo es más o menos consciente de que tenemos una
factura pendiente con los descendientes de las poblaciones aborígenes¿Cree que la conquista del territorio podía haberse llevado a cabo
de una manera menos sangrienta?
Sinceramente, creo que no. Creo haber demostrado en mi libro que
existió toda una tradición bélica a la hora de enfrentarse a un enemigo
diferente, distinto, al europeo. En sus razzias en el norte de África, en la
guerra de Granada, en la conquista de Canarias y en los primeros años de presencia
hispana en las Antillas (y Panamá), los españoles fueron perfeccionando unas formas de enfrentarse a dichas
poblaciones que culminarían en
las conquistas de México y Perú. Se trataba de usar el terror para imponerse de
manera contundente a un enemigo difícil que podía, en un momento dado,
complicar mucho las cosas.
¿Culturalmente cree que la
colonización fue positiva?
Claramente, de la atomización cultural aborigen imperante antes
de 1492 se pasó a una cierta uniformidad cultural, pero una y otra vez se nos
quiere dar a entender que sólo por la adquisición de un idioma europeo el
beneficio obtenido puede justificar cualquier exceso cometido, y hay quien duda
de que se cometieran excesos. En el caso de América, el etnocidio cultural
cometido durante y después de la etapa colonial hispana es evidente.
Respecto a ese tema Carmen
Iglesias, miembro de la RAE, declaraba hace poco que “A
veces, la leyenda negra predomina, pero les dejamos una herramienta de unidad
como es el español”. ¿Qué opina de ese punto de vista?
Es la típica reacción de aquel que, conociendo los muchos
excesos cometidos, tiene que buscar una justificación adecuada. Y el idioma,
por lo que vemos, es esa justificación. Sería algo así como la herencia amable
recibida.
¿Cuántas tribus indígenas
pudieron perderse o esclavizarse?
No soy especialista en etnología y, por lo tanto, no puedo
ofrecer respuestas concretas. Lo que está claro es que numerosos grupos humanos
sufrieron mucho con las guerras de conquista: hubo no sólo matanzas, sino también desplazamientos humanos importantes y ello tuvo consecuencias. Dicha circunstancias alteraban los
equilibrios de poder en diversas regiones y todo ello tenía sus repercusiones
en forma de nuevos conflictos. También es conocida la táctica hispana de usar
los conflictos interétnicos en su provecho: se obtenían indios aliados y se les
incitaba a la lucha contra sus enemigos aborígenes. Es de sobra conocido como
poblaciones enteras en las islas Bahamas, La Española (Haití y República
Dominicana actuales), en la costa de la actual Venezuela, en Panamá, en Ecuador
y Colombia actuales, etc., resultaron muy mermadas.
Por otro lado, si bien la Monarquía procuró evitar en la medida
de sus posibilidades la esclavitud del indio, lo cierto es que casi todas las
poblaciones aborígenes sufrieron un trato equivalente al de la esclavitud
En el libro se citan muchas
fuentes, basadas en testimonios, pero muchas de ellas se contradicen en las
cifras, ¿qué es más normal en los documentos históricos la exageración o el
esconder los hechos reales?
Siempre hay exageraciones a la hora de presentar, por ejemplo,
los efectivos del enemigo, porque de esa manera justificamos y magnificamos no
sólo la victoria conseguida, sino también las medidas terribles que se hubiesen
podido tomar. Por otro lado, he detectado algunos casos en los que hubo una clara
voluntad más que por esconder, por reducir a la baja las consecuencias de
determinadas conductas basadas en la crueldad, en el terror. El problema es que
numerosos historiadores de las últimas décadas, tanto españoles como
extranjeros, han exhibido una cierta voluntad por “maquillar” mediante el
lenguaje utilizado algunos pasajes de la conquista bastante conflictivos. No me
atrevería a hablar de autocensura, pero estaríamos en el límite de la misma.
Por otro lado, creo haber detectado entre algunos hispanistas un verdadero
esfuerzo por justificar la conquista hispana de América de la mejor forma
posible, dado que eran muy conscientes de los excesos cometidos por la
denominada “leyenda negra”, un conjunto de opiniones que, en general, se
caracterizan por ser muy burdas intelectualmente hablando.
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