miércoles, 14 de diciembre de 2016

José María Melgar y Serrano ¿Viajero, coleccionista o saqueador?

Eric Taladoire, Jane MacLaren Walsh José María Melgar y Serrano –descubridor, en 1862, del Monumento A de Tres Zapotes, Veracruz– ha sido calificado por diversos autores como viajero, periodista, explorador, aventurero, buscador de antigüedades, mercenario e incluso como arqueólogo o aficionado a la arqueología. En las publicaciones sobre la civilización olmeca así como en innumerables libros de arqueología mesoamericana, se menciona a menudo el descubrimiento en 1862 del Monumento A de Tres Zapotes (Hueyapan) por José María Melgar y Serrano (Taladoire, 2010). Los autores califican indistintamente a Melgar de viajero, periodista, explorador, aventurero, buscador de antigüedades, mercenario y hasta de arqueólogo. Esta última precisión corresponde a lo que escribe Eugène A. Boban en su obra Musée Archéologique (París, 1875). El coronel Louis T. S. Doutrelaine, miembro de la Comisión Científica franco-mexicana, en su correspondencia (1867) precisa, con más prudencia, que era, si no un arqueólogo, por lo menos un aficionado a la arqueología. Coe (1968) afirma que Melgar se encontraba “paseando” en la región de San Andrés Tuxtla, lo que resulta extraño en el contexto del principio de la guerra de Intervención (1862-1867). El médico militar francés Fuzier, director del Hospital de Veracruz (Taladoire, 2010), escribe que era ingeniero, originario de Veracruz, y que se dedicaba a la búsqueda sistemática de antigüedades prehispánicas. En su cuaderno inédito de dibujos de piezas prehispánicas, Fuzier añade a las imágenes de la cabeza monumental un comentario ambiguo: “Dibujo hecho a partir de una reproducción de madera de una enorme cabeza de 2 metros de diámetro. El señor Melgar, de Vera Cruz, que cree que esta cabeza representa a Moctezuma, la habría comprado…” ¿Que quería comprar Melgar? De acuerdo con su propia narración, en su artículo del Semanario Ilustrado (1869), a fines de la década de 1850, un campesino que trabajaba su milpa en la hacienda Hueyapan, cerca de Tres Zapotes, tropezó con un objeto enterrado, la parte superior de la cabeza, que descubrió parcialmente. Enterado de la existencia del monumento mientras estaba “viajando” en la zona de San Andrés Tuxtla, Melgar decidió visitar el lugar en 1862 para liberar completamente el monumento. Eso implica que la maqueta no podía existir previamente a su excavación. Melgar mandó hacer la maqueta después. No tenía entonces que comprarla, si se hizo a su pedido. La única pieza que “habría comprado” sería el monumento mismo. Pero ¿por qué quería adquirirlo? Considerando tales imprecisiones, vale la pena recopilar los pocos datos disponibles sobre ese personaje, que dejó en la arqueología de México una huella de gran importancia. ¿Un viajero culto? Los datos proporcionados por el mismo Melgar sobre las circunstancias de su descubrimiento son bastante imprecisos. Según él, decidió por casualidad visitar el lugar para contemplar la escultura, después de enterarse de su existencia. Melgar la interpreta estilísticamente como una prueba de influencias africanas en Mesoamérica: “En tanto que obra de arte, es, sin exageración, una escultura magnífica. Pero lo que más me ha asombrado es el tipo etíope que representa. He pensado que sin duda ha habido negros en este país. Y ello en las primeras edades del mundo”. Recordemos que, según Fuzier, antes de presentar su hipótesis africana, Melgar consideraba la cabeza un retrato del tlatoani mexica Moctezuma. Es imposible saber cómo Melgar llegó a tales hipótesis, pero es evidente que propuso distintas interpretaciones, basándose en sus conocimientos. Era obviamente un hombre culto, con conocimientos amplios, característicos de las élites intelectuales de la época. Las publicaciones de Melgar (ver lista adjunta) comprueban que se interesaba desde mucho tiempo atrás en el pasado prehispánico de México. Había leído los textos fundamentales, como las obras de León y Gama, Kingsborough, Orozco y Berra, Dupaix y Humboldt, que cita profusamente. Se refiere además en sus escritos a los sitios de Palenque y Chichén Itzá. A propósito de las piezas de Palenque, cita detalladamente los documentos mandados a España por Dupaix, proporcionando fechas y referencias precisas, lo que no sucede cuando se trata de publicaciones mexicanas. Eso sugiere que tuvo acceso a los documentos originales. Respecto a Chichén Itzá, menciona las fotos de relieves publicadas por primera vez por Charnay, en Cités et ruines américaines (1862). Aunque resulta posible que unos ejemplares del libro hubieran llegado a México rápidamente, ¿donde lo habría conseguido Melgar? Cuando se refiere a las obras de León y Gama u Orozco y Berra, precisa que las compró en México, lo que no ocurre a propósito del libro de Charnay. Es mucho más probable que supiera del libro y de las fotos en Francia, lo que implicaría que Melgar estaba en París a principios de 1862. Regresó a México el mismo año, y se quedó sin duda hasta 1869, fecha de la publicación, en México, de su artículo sobre la cabeza de Tres Zapotes. Siguió mandando a Boban cartas y piezas desde Veracruz, en los años 1872-75, y se encontraba allí todavía en 1879 (Walsh, comunicación personal, 2012). Una breve nota de Hamy, publicada en la Revue d’Ethnographie de Paris (1885), señala que radicaba en Veracruz en 1885, donde era posible visitar su museo. Sus últimas andanzas documentadas fuera de México ocurren en España en 1873. ¿Qué nos dice eso sobre su origen? Su apellido es obviamente hispánico, y Boban, Fuzier y Doutrelaine afirman que era mexicano. Pero su castellano es a veces poco usual (Walsh, 2012). ¿Sería posible que Melgar hubiera radicado un tiempo en Europa, y en París, antes de 1862, como tantos mexicanos que huyeron de los conflictos políticos? Sólo una búsqueda en archivos mexicanos o entre sus posibles herederos, ya que por una carta suya a Boban sabemos que tenía por lo menos un hijo en Veracruz, podría clarificar este punto. Eric Taladoire. Profesor emérito de arqueología prehispánica en la Universidad de Paris 1 PanthéonSorbonne, y miembro de la UMR Arqueología de las Américas. Se especializa en el estudio de los juegos de pelota mesoamericanos y en la historia de la investigación. Jane MacLaren Walsh. Doctora en antropología. Trabaja en el Smithsonian Institution, National Museum of Natural History. Especialista en arqueología y etnohistoria del Altiplano de México. Taladoire, Eric, Jane MacLaren Walsh, “José María Melgar y Serrano ¿Viajero, coleccionista o saqueador?”, Arqueología Mexicana núm. 129, pp. 81-85.

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